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Para reflexión de semana santa

MEDIO AMBIENTE

Por: Hernán Maestre Martínez

Valledupar Cuidad Ecológica de Colombia. Recuperemos  y Conservemos las cuencas de los Ríos Guatapuri y Cesar.

El Antiguo y el Nuevo Testamento, el Judaísmo y el Cristianismo, tienen una visión de la realidad que pone en primer lugar la necesidad de enfrentar el sufrimiento  cotidiano de grandes sectores de la humanidad en un mundo en donde la posibilidad de bienestar parece hallarse al alcance de la mano.
Ese sufrimiento tiene dimensiones enormes. Se estima que 18  millones de personas mueren anualmente y de forma prematura por razones vinculadas a la pobreza. Son nada menos que la tercera parte  de todas las muertes anuales. 50 mil muertes gratuitas por día, entre ellas 30 mil niños menores de cinco años de edad.
Por ejemplo, en una cuestión tan básica como el AGUA los últimos datos (PNUD,  Informe Desarrollo Humano, 2006) indican que un ser humano necesita un mínimo de 20 litros diarios para sus necesidades básicas. Los europeos gastan 200 litros diarios, los estadounidenses 400. 1.100 millones sólo  tienen 5 litros y están contaminados. 4.300 personas mueren diariamente por ello. En América Latina, que cuenta con un tercio de las aguas limpias del planeta, 60 millones no tienen agua potable. Cerca de la mitad del género  humano carece de instalaciones sanitarias. Ello genera riesgos graves para la salud.
La diarrea infantil, gran causa de muerte de niños, es 3 veces mayor en las comunidades sin saneamiento. En América Latina el 21% de la población no tiene instalaciones sanitarias.
Por otra parte, la disparidad  de ingresos de unos y  otros ha  alcanzado niveles que las Naciones Unidas (1999) califican de “grotescas”. Los activos combinados de las  tres personas más ricas del mundo son  superiores al producto nacional bruto sumando de los 48 países menos adelantados. Las 200 empresas mayores del planeta tienen el doble de los  activos que tiene el  80% de la población mundial y esta brecha se esta ampliando aceleradamente.
Nos preguntamos, ¿Cuál es el impacto que, frente a estas situaciones que violan valores éticos básicos, puede tener la visión religiosa? ¿En qué medida puede contribuir de modo concreto a mejorar estas realidades?
En primera instancia, digamos, que la visión  de judaísmo y el cristianismo y lo mismo sucede con otras religiones ligan  la concepción con la acción. Una vivencia religiosa integral debe conducir, naturalmente, a la necesidad interna de ayudar al otro. De ser coherente con el mensaje de amor transmitido por la Divinidad. Movilizados por ese compromiso interno, millones y millones de personas practican la solidaridad activa, desde sus  convicciones religiosas, incorporándose a organizaciones voluntarias ligadas a su fe y de todo orden.
El mundo de la actividad social voluntaria vinculada a las religiones ha crecido aceleradamente. Desempeña un papel significativo en la gran expansión del movimiento voluntario en el mundo que lo ha llevado, según las estimaciones, a  generar más del 5% del producto bruto en diversos países desarrollados y ha cumplido un rol muy relevante en nuevos países en desarrollo.
Ese es un impacto directo. La movilización de amplios sectores mediante la entrega de horas de trabajo, el aporte de sus conocimientos, la recolección de de recursos y muchas otras modalidades para  ayudar a seres humanos concretos. Ello no modifica los problemas estructurales de pobreza, pero salva vidas a diario. Tiene por tanto un valor inestimable y además envía un mensaje poderoso… Como quien dice “quien salva una vida es como si salvara a toda la humanidad”. Ello bastaría para concluir que las religiones tienen un impacto humanitario de primer orden.
La opción preferencial por los pobres de la iglesia católica y la concepción de justicia social de los profetas, hebreos, se alzan para representar a quienes son casi invisibles Y no tienen voz en las grandes decisiones.
Las injusticias actuales nos conciernen a todos. No son problemas personales de los pobres. Son problemas colectivos que revelan profundas brechas éticas en nuestras sociedades. El papa Juan Pablo II (1990) habló de “que las causas de las exclusiones no son naturales, sino mortales”. Señaló que “no se puede pasar por alto el papel misterioso del pecado de los hombres en los atentados a la solidaridad que padece una gran parte de la humanidad”. La pasividad o la inacción forman parte de  esos pecados.
Finalmente, desear a todos, mucho recogimiento y reflexión en esta Semana Mayor por la solución de lo tanto problemas que nos aquejan, a la vez, solicitar con todo respeto a la  Curia Diocesana nuestra que se ocupe en esta fecha de estas reflexiones en el pulpito. Que Dios nos mire con  ojos de piedad.

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