BITÁCORA
Cada día los casos de maltrato a la mujer van en crecimiento, pese a los controles sociales y gubernamentales. Situaciones aberrantes como empalamientos, mutilaciones, violencia sexual, o asesinatos son los que logran salir a la luz pública y judicializarse, por la dimensión del crimen que se comete; pero otros casos en los que las víctimas no tienen acceso a una red social, noticieros u otras instancias para denunciar, se quedan en la impunidad, aumentando el dolor y padecimiento de sus víctimas.
Los golpes y demás humillaciones de hombres desequilibrados hacia las mujeres en los hogares se siguen justificando como algo cultural en muchas regiones de Colombia; son incontables los casos en los que las mujeres no denuncian por vergüenza social o por chantaje de los victimarios, quienes amenazan con asesinar a la pareja o – en el peor de los casos- con suicidarse si son denunciados.
Un hombre que justifique sus argumentos a través de los golpes a su pareja, para sostener una falsa autoridad, basada en la intimidación, el miedo y no en el respeto, es una persona que merece no solo el repudio social y una sanción judicial, sino un tratamiento profesional de manos de un terapeuta que le ayude a combatir el desequilibrio en el que se encuentra, que lo ha convertido en una amenaza tanto para su núcleo familiar, como para el resto de la sociedad.
Como consecuencia de la anomia que opera en el Estado Colombiano, muchos se burlan de las normas que prohíben y sancionan estos hechos abominables. Las influencias, el dinero y la débil formación en valores desde la familia, contribuyen muchas veces con la permisividad en este tipo de conductas irregulares, que se van repitiendo generacionalmente por no haber sido advertidas a tiempo, para que no fueran modeladas y repetidas sin control alguno.
Frente al maltrato a la mujer, aun queda un gran porcentaje de ciudadanos en Colombia que prefieren no intervenir o denunciar, por creer que es un asunto de marido y mujer. De allí que muchos conocen casos graves de violencia y maltrato hacia la mujer y los justifican o pasan por alto desde un machismo enquistado en los propios hogares, hasta cuando los toca directamente, o a un familiar suyo.
El Gobierno Nacional acogió una propuesta de creación de ley impulsada por la bancada de mujeres en el Congreso, en la que se castigará hasta con ocho años de prisión a quienes golpeen y produzcan lesiones a su pareja; lo más importante de esta norma es que ahora cualquier persona que se entere de un episodio de maltrato o violencia contra la mujer, puede ir ante la Fiscalía e interponer la denuncia, cosa que antes sólo podía hacerlo la víctima.
La norma garantizará que los procesos de violencia contra la mujer sean llevados hasta las últimas consecuencias y que las autoridades investiguen todos los casos que sean denunciados, pues las mujeres maltratadas no podrán retirar las denuncias contra sus agresores, como tampoco podrán hacer conciliaciones con ellos. Esto pondrá freno a los chantajes de los esposos que de alguna u otra manera presionaban a sus mujeres a desistir de la denuncia que hacían.
Con esta nueva ley se dará un paso importante en la prevención de este tipo de conducta aberrante, que desde ya empezará a tener un control social más eficaz en la medida que cualquier persona se convierte en un vigía y como tal, en un garante de la seguridad de cualquier mujer que esté sometida al maltrato.
Si bien es cierto que las normas por sí solas no garantizan su efectividad cuando no hay conciencia plena del respeto y cumplimiento de ellas, a través de este tipo de ley hay un reconocimiento claro y contundente a la importancia de la protección de la mujer, como parte fundamental del equilibrio social de la familia y de la sociedad. No obstante, la promulgación de una ley debe estar acompañada de un seguimiento continuo mediante políticas educativas y de salud pública que muestren un interés real en que nuestra sociedad sane de esa enfermedad terrible de creer que los golpes e insultos son argumentos válidos para tener la razón.
@Oscararizadaza