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Para leerle el alma

Sus cenizas, como él lo pidió, reposarán en las aguas del río Badillo.

Cuando su voz se escuchó por primera vez a través de Radio Guatapurí, muchos vallenatos quedaron encantados. Sí, era encantamiento. Como esos de los cuentos. Era la modulación, el color, el timbre, el tono, la melodía, la buena dicción, el rumor, el susurro…, era todo eso y algo más. Si se descubriera el secreto de los encantamientos perderían su misterio. Lo cierto es que Carlos Alberto Atehortúa Gil, vio, habló y encantó.

Era la época dorada de la radio vallenata, cuando se habían escuchado voces excelentes como las de Andrés Salcedo, Alberto Luis Colina, Albeiro Cadavid, Egberto Gutiérrez Acosta. La de Carlos Alberto no es que fuera la mejor, pero era distinta, innovadora, sin artificios y elocuente.

Mary Daza: ¿Por qué se vino para Valledupar?
Carlos Alberto Atehortúa: Yo trabajaba en Bogotá y allá me conoció José Manuel Pineda Dávila y me invitó a que viniera a Radio Guatapurí porque Andrés Salcedo, que estaba a cargo, había sido pedido por el noticiero Todelar.

M.D: ¿Cómo fue su llegada?
C.A: Me presenté a don Manuel Pineda Bastidas, me miró de arriba hacia abajo, observó la bolsa de manilla que era mi equipaje y me preguntó. ¿Qué hace aquí? Le conté que me había invitado su hermano, que yo sabía hacer noticias, en fin, me contestó: Si sabe hacer noticias, hágalas, y me soltó el tigre. A las veinticuatro horas estaba frente a Cicolac cubriendo la primera huelga de los productores de leche ante la empresa.

REVOLUCIÓN DE LA RADIO

(Carlos Alberto Atehortúa nació en Manizales, en el hogar de don Pedro Emilio Atehortúa y doña Enriqueta María Gil, creció con ocho hermanos. Estudió primera y bachillerato con los Hermanos Cristianos, Colegio Champagnat. A pesar de la rigidez de las normas del claustro, se destacó por su espíritu revolucionario y por su oratoria fogosa. No lo echaron porque “yo era el mejor alumno”, cuenta. También asegura que siempre ha sido cretino, petulante, consentido y mal educado. Terminado el bachillerato fue a estudiar derecho al Externado de Colombia; allí fue condiscípulo de Samuel Gómez Domínguez y Amadeo Carrascal y se hizo amigo de Luis Rodríguez Valera que ya estaba de salida).

M.D: Dicen que usted revolucionó la radio vallenata.
C.A: Desde la época del colegio, había trabajado cinco años en la Radiodifusora Nacional, sucursal de Caldas. Luego en la Voz de Bogotá y Radio Continental. Ingresé a la reportería política en la Cámara de Representantes, con Hipólito Hincapié, Jorge Enrique Pulido, Emiro Fajardo y Julián Londoño Passos.

M.D: ¿Y?
C.A: Al llegar aquí traje ese acervo de conocimientos, grabaciones con políticos, traducciones de otros idiomas y los desplegué en la radio local, eso era algo nuevo.

M.D: ¿No terminó derecho?
C.A: Hasta tercer año.

M.D: Bueno, lo suyo era el periodismo, ¿qué más ha hecho?
C.A: Fui el primer corresponsal de El Espectador en la ciudad, ayudé en la fundación de la Voz del Cañaguate y fui el creador de Cambio Veinticuatro, de Vallenatos del Momento, de Tres Temas para un Comentarista. Gerente de Caracol y ahora director general de Radio Guatapurí como hace treinta años.

POR EL CESAR

(Carlos Alberto Atehortúa fue un ferviente miembro del Comité de Creación del Departamento del Cesar. Recuerda las duras jornadas de trabajo desde la emisora, desde el radioteatro de Guatapurí, sede histórica de un sueño que tuvo opositores pero que a pesar de ello se volvió realidad).

M.D: ¿Cómo fue el día del triunfo?
C.A: Hicimos dos celebraciones: una cuando se aprobó la Ley de creación del departamento, salimos hasta la plaza con Monseñor Roig y Villalba a la cabeza. Todo el mundo estaba feliz y nosotros aburrimos a la gente con los avances noticiosos a cada rato. Otra, cuando el veintiuno de diciembre de mil novecientos setenta y siete llegó el presidente Misael Pastrana a inaugurarlo.

M.D: Cuentan que ustedes les dieron duro a los opositores, ¿verdad?
C.A: Sí, es que eran duros de verdad: Nacho Vives, William Name y Darío Echandía que dijo: “El Cesar nace por cesárea”.

M.D: ¿Por qué tanto amor por esta tierra?
C.A: Desde muy niño. Mi mamá, amante de la música, me arrullaba con cantos de Bovea y de Buitrago, fue como algo premonitorio. Años después le llevé a Egidio Cuadrado y le tocó “Tristezas del Alma”.

ESCALONA Y JAIME MOLINA
(Ese amor ha llevado a Carlos Alberto desde la emisora, a adelantar campañas que lograron su objetivo. La primera fue por la universidad. Su lema era: “El Cesar para su desarrollo integral necesita universidad”; y nació Ituce, hoy la UPC. Inventó la macha del ladrillo para el estadio: colaboró en la construcción del Colegio Femenino; en urgencias del hospital; en el Banco de Sangre de la Cruz Roja y fue miembro fundador del Cuerpo de Bomberos de donde, luego de veintinueve años, se retiró por los debates anticorrupción que le hizo).

M.D: ¿Su mayor logro periodístico?
C.A: Haber descubierto a un sujeto que una mañana puso un servicio social avisando que dos niños junto con su mama habían muerto y que él seguía para Venezuela. Le observé manchas de sangre en la camisa; llamé al DAS y lo cogieron. Más tarde lo procesaron y condenaron; había matado con una mano de pilón a su mujer y a sus dos hijos.

M.D: ¿Qué le ha salido mal?
C.A: Mi chasco periodístico, que todavía hoy es una herida grande, fue el triste resultado de mi trabajo cuando el accidente del avión TAC. Fueron imprecisiones periodísticas. Llegaron a echarme la culpa de que el sitio se declarara campo santo.

M.D: ¿Ha tenido muchos reconocimientos?
C.A: Tengo grandes trofeos: Una piedra que dio en mi cabeza y me mantuvo quince días inconsciente en el Seguro Social, fue la elección del quinto rey vallenato en el estadio; una botella que le lanzaron a Colacho y me cayó a mí; un atentado que me costó la pérdida de tres dientes por un artículo que no escribí pero que se publicó en el periódico que dirigía, “Cesar Liberal”, con Crispín Villazón y Fabio Lozano; un petardo a Radio Guatapurí, a veinte metros de mi habitación; insultos, amenazas, calumnias, denuncias penales, persecuciones; todo eso lo he coleccionado al lado de la medalla Cacique Upar en su máxima distinción; reconocimientos de la Asamblea, Concejo, Cruz Roja, Cámara de Comercio…

M.D: ¿Dónde los guarda?
C.A: He colgado en una pared tantas distinciones que el final se acerca.

DE AMORES
(Carlos Alberto desde el primer día de trabajo en esta ciudad comenzó a hacer amigos y tocó el alma vallenata hasta el punto de que los más preciados por él son los más representativos de este pueblo: Escalona, a quien llama su filósofo de cabecera y Jaime Molina “un tesoro que tengo en la eternidad. La amistad con ellos fue pura química, nació a primera vista”).

M.D: ¿Por qué Escalona es un filósofo?
C.A: Él tiene una solución para cada circunstancia. Recuerda, además, que yo soy su biógrafo de cabecera.

M.D: ¿Cómo escoge a sus amigos?
C.A: Los amigos no se escogen, se sienten.

M.D: ¿Tiene muchos?
C.A: No.

M.D: ¿Ni en el periodismo?
C.A: En el periodismo somos muchos, pero no hay amigos.

M.D: ¿Cómo le gusta una mujer?
C.A: Que me mire para conocerle el alma.

M.D: ¿Qué no le gusta?
C.A: Que no lea y que me recuerde las facturas que tengo que pagar.

M.D: ¿Cuántos hijos?
C.A: Ethel, trabajadora social, casada con Alberto Esmeral, ya me dio dos nietas. Alfonso Carlos, universitario. Natalia se gradúa en bachillerato. El “Rancho de Paja”, Stefani Beatriz, mi adoración. Y la herida abierta, Pedro Alberto, de cuatro años, era tan bello que Dios me lo arrebató.

M.D: ¿Qué le falta por hacer?
C.A: Luego de haber sido reportero, periodista, presentador, traductor, escritor, desfacedor de agravios y desagravios, la única experiencia que me falta es morir.

M.D: ¿Una recomendación para su sepelio?
C.A: Que lancen mis cenizas al río Badillo, que sirvan de alimento a las sardinas de bellos colores; así seguiré existiendo.

(“…Y que el día esté lejano”. Fue un resumen, un capítulo, de la intensa vida de este hombre que no solo encantó con su voz sino que él mismo se hechizó con Valledupar hasta el punto de sentirse su más reñido amante).

Por Mary Daza

 

 

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