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Para allá vamos

Cuando estudié la carrera de Derecho en la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, debíamos inscribirnos en unos cursos obligatorios llamados Seminarios, que brindaban una formación extra disciplinar, entre ellos el de Filosofía, que regentaba el padre Augusto Ordóñez Cajiao, S.J, nombre propio que estaba casi borrado por el cariñoso y respetuoso apodo de ‘Pepino’, con el que tirios y troyanos llamábamos al cura.

El día del inicio asistí puntualmente a la clase y, sorpresa, yo era el único matriculado en ese curso, y así lo fue en los dos años subsiguientes, es decir, en el salón solo el padre y yo. Un verdadero privilegio. En ese lapso me dediqué al estudio de la obra de Pierre Theilhard de Chardin, jesuita, cuyo pensamiento asustaba a los conservadores católicos. Nunca tendré cómo pagarle a Pepino ese regalo, sus saberes me marcaron para el resto de la vida.

Theilhard pregona en sus escritos la hipótesis de una sociedad universal, lo que hoy encuentra validaciones múltiples en nuestra cotidianidad, como aquella que plantea la necesidad de expedir una constitución de la tierra de acuerdo con el exmagistrado y filósofo de Derecho italiano Luigi Ferrajoli.                                                                                                                                                                 

Por eso no creo que el magistrado colombiano, sincelejano para más señas, Luis Rafael Vergara Quintero, al haber concebido y escrito el libro ‘Tratado de Derecho Procesal Andino’, recientemente presentado en Lima (Perú), lo haya hecho sin un contexto, y como una simple explicación de cómo funcionan unos mecanismos judiciales, sin preguntarse el por qué y para qué.  Por  el contrario, lo hace alimentado sobre una tendencia  universal debidamente analizada e identificada, lo que deja ver cuando expone: para lograr mejores condiciones de vida, las naciones entendieron que no siempre el individualismo y el proteccionismo a ultranza eran los caminos más adecuados para alcanzar tales fines, puesto que existen otros conceptos como la globalización que pueden en un momento dado traer mayor bienestar, desarrollo y paz a las sociedades contemporáneas.

Lo que deja claro al expresar que hablar de integración económica no es solamente decir que se pretende entre países el desmantelamiento de sus barreras arancelarias, sino que en la práctica supone que los países empeñados en ella emprenden un proceso con el fin de alcanzarla y para ello deben adecuar sus comportamientos al logro de los fines comunes.                                                                                                                                                                      

Teihlard enseñaba que el hombre como especie diversa, heterogénea, terminaría siendo un solo grupo mediando una especie de homogenización, a lo que se refería como “socialización”. Una situación que conllevaba entre otras cosas a un solo idioma y raza, por ejemplo. Pienso que faltan miles de años para eso, pero con su importante publicación, consciente o inconscientemente, el magistrado Luis Rafael Vergara Quintero lo que hizo fue un aporte monumental a la integración latinoamericana, pues refuerza los lazos integracionistas y aporta su grano de arena para la construcción de la sociedad global.

La obra de Vergara Quintero es, a no dudarlo, fruto de su sólida formación, su amplia experiencia y su autoridad moral adquirida en una limpia y siempre ascendente y meritoria carrera que hoy lo tiene como magistrado en el Tribunal de Justicia de la Comunidad  Andina (TJCA), un ente supranacional fruto del anhelo unificador, mostrando el camino para cosas de más fondo.

Es que profundizar en los procedimientos y viabilizar las soluciones es abonarle al ancho y venturoso camino de querer ser una sola comunidad.

Y déjeme hacer un ejercicio de sano orgullo: es que me siento muy bien siendo compatriota del doctor Vergara Quintero y mucho más su paisano, como fue que nacimos y crecimos a no más de quinientos metros, en nuestro querido y no olvidado Sincelejo.  

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