De siempre hemos escuchado que los niños son el futuro, con énfasis en esta oportunidad manifestamos que no son el futuro, son el presente; los años pasan tan rápido ante nosotros y esos niños ya son jóvenes. Preguntamos: ¿Cómo llegan esos niños a esta maravillosa etapa de la vida que es la juventud? Gran, pero gran pregunta.
Entendemos que la juventud es la etapa de la vida que comienza terminando la infancia y culmina en la adultez, abarca desde los 15 o 16 a los 30 años; es una etapa en la que surgen inquietudes y preocupaciones que se reflejarán en la forma de ver el mundo y de querer mejorarlo. Los jóvenes de hoy representan un recurso humano valioso dentro de la sociedad, se deben pulir, ya que actuarán como agentes de cambio social, desarrollo económico y progreso.
El joven colombiano desconcierta al adulto con manifestaciones, expresiones de como percibe su mundo, pero con un componente de opciones variado, que se deben investigar más. El joven de hoy es completamente arriesgado, no es cauteloso, su único argumento muchas veces es llegar a chocar con las ideas que mantienen los adultos experimentados.
Es cierto, no todos los adultos tienen la última palabra, quieren mantener conceptos inamovibles; el joven descubre esas situaciones, exponiendo argumentos para desarrollar nuevos espacios donde quiere ingresar, convencido que puede aportar al respecto. Se tiene la idea que los jóvenes lo quieren todo fácil y que sea ya (ellos deben desvirtuar esta afirmación). Actualmente se escucha mucho: que los jóvenes son ni-nis, o sea que no quieren trabajar ni quieren estudiar, que son irrespetuosos, carecen de modales y muchas veces son violentos. Dejan estudios universitarios a mitad de camino y siguen exigiendo de sus padres manutención. Los padres, prósperos ingenieros, médicos, abogados… quieren ver a sus hijos a futuro desempeñándose igual, pero se sienten decepcionados cuando abandonan los programas universitarios al tercer o cuarto semestre por querer ser músicos, bailarines, futbolistas… Causando una magna decepción, originando separación familiar; quedando aquí el joven más desequilibrado, más desubicado.
Queremos que ese adolescente realice los cambios que se tienen que dar: físicos, psicológicos, biológicos; para ser más concreto, quiero manifestar aquí que el joven no se madure biche. Es cierto que él quiere explorar nuevos rumbos; es allí, donde debe ser dirigido por el Estado, la sociedad y la familia. Debemos comprender que esta etapa tenga mayor claridad para los jóvenes a ese recorrido a la adultez. Deseamos y requerimos una juventud más equilibrada.
Los jóvenes desean y buscan oportunidades, de seguro las tendrán a su tiempo; lo importante es que ese camino a la nueva etapa sea acorde; debe llegar a ese engranaje, a esa sincronización con los adultos experimentados, asumiendo como protagonistas los retos de la vida en todos los aspectos: social, económico, político; recogiendo los roles que le deja la adultez que se merece.