La mujer sin duda alguna se convierte en el blanco perfecto para quienes apuntan tras una constante insistencia, como es el hostigamiento a ellas por ciertos hombres.
Una dama no hace mucho tiempo, con la que tuve la oportunidad de hablar sobre el tema, me comentaba: “Una cosa es que me galanteen, pero muchos hombres ya se pasan con miradas y piropos desagradables, subidos de tono”; además, “mantienen esos hombres una persecución tan marcada y continua que me desespera”. Finalmente, me expresó: “No sé qué hacer ante tanta insistencia morbosa”.
La verdad, lo manifiesto, ese dialogo del cual extracté solamente esas tres frases me puso a pensar, cuestionar y enfatizar: ¿Cuál es el tope y cuál puede ser “el tatequieto” para controlar esta conducta anormal?; la que va en crecimiento simulada o abierta, en muchos casos.
Preguntamos: ¿Cuáles son las medidas a aplicar ya para contrarrestar tan nefasto comportamiento? De no afectar e ingresar en otra conducta delictiva, proponemos un alejamiento al infractor, que sea efectivo, que no afecte o altere a la asediada; con sanciones económicas, multas; muchos dirán: “Cuando nos toque el bolsillo lo pensaremos antes de actuar”. La situación se agrava cuando ellas dependen laboralmente del jefe, varón y ese asedio es excesivo, rayando estos jefes en un acoso laboral.
La sociedad en general y el gremio femenino deben pronunciarse, repudiar y rechazar tal conducta; ya que dejar hacer, dejar pasar con argumentos “eso no es nada, es simplemente galantería”, es prácticamente permitir que la situación se incremente; no prestarle la debida importancia en tanto que asedia, pues no sabemos qué maquina, qué pensamiento criminal estructura, ya que esa idea solo está en su mente y no la ha materializado, por tal razón no es punible, pero el hombre que asedia en la mínima oportunidad la aprovecha y desencadena su “iter criminis” con nefastos resultados.
Hemos estudiado la situación y entendemos que la mujer por conservar su vinculación laboral, calla, “aguanta” más de lo acostumbrado, teme ser despedida y si consiente fue motivada y presionada por un incentivo, regalos… que no le permitirá cortar de tajo o desprenderse fácilmente de tal comportamiento. De allí que se sienten involucradas a seguir aceptando invitaciones a esos llamados “viernes culturales”.
Las mujeres están en su derecho de realizar pronunciamientos al respecto; pero lo más importante es que no deben olvidar y no dudar presentar las denuncias penales según sea el caso.
Esta situación impulsa el machismo, el hombre la aprovecha por tener esa superioridad jerárquica, pensando que con ese proceder demuestran poder.
La sociedad debe sacar a relucir valores formativos, que vayan en contra de esta conducta normal cuanto antes para superar esta etapa; si la mujer se decide a denunciar se les debe creer, no revictimizarla; si luego de denunciar es despedida, queda en evidencia que la conducta penal se cometió.
No es justo que se perpetúe esa conducta existiendo normatividad al respecto que las protege. Ellas deben verse reflejadas en un plano real, respaldadas por la institucionalidad y la sociedad; además que esos funcionarios que representan en sus cargos al Estado las defiendan efectivamente y no solo sean unos burócratas.