Según National Geographic, Palombaggia en la isla de Córcega en Francia, en el mar Mediterráneo, es la mejor playa del mundo. Hay pinos, arena blanca, hoteles de lujo y no sé qué otras cosas. Esta semana estuve por tercera vez en Palomino y confirmé que es la mejor playa del mundo, no tanto por la arena blanca ni los pinos, ni tampoco por los hoteles de lujo, si no por lo que encierra ese lugar, es verdaderamente fascinante, con gente maravillosa; mezcla factores que la hacen diferente y misteriosa. He visitado muchas playas en Colombia y en el mundo y me atrevo a decir que las supera por el encanto mágico que se vive allí, la fusión de lo autóctono con la experiencia etnoturística la hacen única. Puedes encontrar un friche o un risotto, además el relajado ambiente tiki permite pasearte en un espacio libre, donde nadie juzga a nadie, sin llegar a excesos; es una playa casual, ideal para compartir en familia, donde puedes encontrar un vendedor de sushi en una bicicleta de los años sesenta, un francés vendiendo baguettes recién salidos del horno o un indígena que te ofrece hoja de coca para mambear.
Por la noche la magia de Macondo supera la imaginación, puedes escuchar fusión reggae vallenato, con un hippie tocando un acordeón de un teclado del año 1920 y cantando ‘Alicia adorada’, un inglés tocando en su guitarra canciones de los Rolling Stones o una bella gitana leyendo la mano de algún turista, al lado de una cálida antorcha. La diversidad, tolerancia y civilización que procura el público extranjero, tiene esta playa entre sus preferidas. Pero lo más significativo de este rinconcito ubicado en la frontera de La Guajira y el Magdalena es la interacción entre mar y río que baja de la majestuosa Sierra Nevada y te regala un sinnúmero de paisajes y aventuras en medio de la más diversa flora y fauna, no es extraño encontrar una parvada de tucanes Guasalé, o un grupo de micos jugando en los milenarios arboles de caracolí o algarrobillo, mientras bajas en neumático por el río Palomino hasta desembocar en un mar llano y picado, con olas enormes, hasta de tres metros, aptas para surfear y puedes aprender a enfrentarlas, tomando lecciones en una academia que hay en la playa. Es una experiencia alucinante: senderismo en medio de mariposas amarillas y puedes interactuar con las comunidades indígenas que bajan de la sierra, con la pureza que mantienen a pesar del ataque del hombre blanco.
Es el lugar perfecto para celebrar, la hija de Julio Sánchez Cristo lo escogió para casarse en diciembre con invitados del más alto nivel, ahí tienen cabañas los artistas famosos y, poco a poco, siguen llegando grandes inversionistas a desarrollar la industria hotelera adaptándose al ambiente y trabajando para que el destino siga posicionándose, mientras la inversión pública está ausente, hace falta un buen acueducto, una vía empedrada para que la gente llegue a la playa y apoyar a los operadores turísticos, que aunque bastante han invertido, necesitan soporte para prestar un mejor servicio.
¿Pero qué se le puede pedir a la gobernadora Oneida Pinto? Ella sabe es de contratos, cómo ganar elecciones y de amarres torcidos con otros políticos. Palomino está en mora de independizarse de Dibulla para desarrollarse como enclave turístico con su propio presupuesto. Ojalá la National Geographic venga por aquí y destaque sus largos arenales, el valor ecológico y cultural, porque para nosotros ¡Palomino es mejor playa del mundo!