CORTÍSIMO METRAJE
Por Jarol Ferreira
“Felicidad en ruinas
Lo que ha visto mi alma en el encanto”
Giovanni Quessep
Las lloviznas y aguaceros que por estos días caen sobre El Valle son indiscutibles y sustanciosos. Este temporal extiende su existencia sobre calles empapadas, haciéndose intenso hacia la tarde, obligando a nuestras ciudades a fluir entre sus gotas.
1. Al fondo la silueta difusa del horizonte, oculta tras una bruma marina veraniega a pesar del invierno que azota diametralmente toda la costa norte del país. En unos días su hermano mayor, reconocido poeta de América, llega a esa, su ciudad, a dar una conferencia sobre poesía griega contemporánea. Hace varios años no visitaba la que fue su casa materna. “Se va a llevar la sorpresa de encontrar la casa tal y como la dejó la última vez que estuvo de visita, como la tenía mi mamá cuando vivía.” Me comentó José Luís Quessep, mientras trabajaba en una de sus últimas obras, de las cuales no puedo adelantarles mucho por que me comprometí a no hacerlo, pero de la que les anticipo fue seleccionada para participar del Salón de Artistas Regionales que se inaugurará dentro de poco en Santa Marta.
2. Ascendimos las estribaciones de la cordillera central, cruzando Los Montes de María. Los municipios apiñados a los lados de la carretera pasaban como sketchs de un seriado televisivo. En varias de las capitales de nuestro país, manteniendo un perfil centrado en el ejercicio individual de sus experiencias más que en la búsqueda desesperada de reconocimiento coexisten, camuflados junto al resto de los habitantes, auténticos humanistas, pensadores artistas, verdaderos maestros del oficio de ser. Bohemios dislocados que luego de rumbear hasta el agotamiento regresaron a sus casonas familiares a pasar la resaca y a seguirla entre la atmósfera húmeda de sus recueros de infancia.
3. El segundo piso de una construcción republicana, amoblada con piezas de arte y muebles antiquísimos. Baldosas y molduras europeas hacían un sánduche de la charla que fluyó iluminada por el resplandor emanado de las obras colgadas de los paredones. A través del balcón, en pleno centro de la ciudad, automotores y cemento pueblerino convidaban su organismo gastado a los participantes del tropel callejero. Vendedores ambulantes, sembrados frente a puertas de locales comerciales, armaban su galería improvisada para rebuscadores y contempladores del espectáculo.
4. Tomamos un taxi. Llegamos a su finca, antiguo jardín botánico y actual reserva forestal; comenzamos a recorrer los senderos peatonales que la surcan transversalmente. El epicentro de la finca es un mirador salpicado de columnas y objetos que evocan piezas de arte contemporáneo, egipcio, romano y griego; junto a un carro abandonado y latones pintados por algunos pupilos, que sirven de cerca y telón de fondo para el atardecer del golfo. Avanzado unos metros la pendiente muestra el paisaje. Algunos jóvenes visitan el mirador para oxigenarse.
5. Sobre las ramas secas de un árbol, que podría ser centenario, unos buitres aprovechaban la perspectiva sobre la geografía.
-¿Tienes tus propios gallinazos?- Le pregunté.
-No son gallinazos, son palomas africanas-me dijo.
Sonreímos mientras continuamos el recorrido por un atajo que nos condujo de regreso al punto de partida, en donde departimos con Pony Malta y galletas de tienda, compradas en una de las caseticas estilo Haití del barrio vecino. Un hermoso tugurio explayándose hacia las colinas que aterrizan sobre el océano.
Las lechuzas sobrevuelan el tejido verde que compone El Valle. Las chicharras cantan sobre el bosque incrustado sobre la cresta de la ciudad que da la espalda al mar, alimentadas por la energía emanada del maestro que las acompaña en su estruendo con una sabia fluida.