Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
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Nada menos se me ocurre decir de los miembros del gobierno chino de Pekín, ante su absurda reacción de irse lanza en ristre contra el gobierno noruego y el comité del premio Nobel, amenazándolos inclusive con drásticas consecuencias; y todo motivado por el trascendental hecho de haber galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2010 al ilustre pacifista y defensor de los Derechos Humanos, el escritor Liu Xiaobo de 54 años, y por mas señas, presidente de honor del PEN, club de escritores chinos independientes, ex profesor de literatura y uno de los principales autores intelectuales de la “carta 8”, cuyo contenido fue un manifiesto a favor de la democracia y los derechos humanos en China, publicado en el mes de diciembre del año 2008; osadía que, quién lo creyera, le ha costado una sentencia de 11 años de prisión bajo la absurda acusación de “socavar el poder del Estado”.
Cabe recordar que ya anteriormente a esta pesadilla que ahora vive, había estado en prisión por 2 años por su decidida participación en el movimiento pro-democracia, revuelta que fue cobardemente acallada de forma sangrienta en 1.989.
La reacción del mundo no se ha hecho esperar y mientras todos los países libres del hemisferio registran con alegría dicha premiación, por la lucha de este disidente en defensa de los derechos humanos, los descarados gobernantes del país asiático reclaman venganza.
Que gran diferencia de estos regímenes en relación con los estados sociales y democráticos de derecho, participativos y pluralistas, fundados en el respeto a la dignidad humana, donde, como en nuestro país, no cabe la menor duda que hace parte de la ideología en la cual el estado es garante de los derechos fundamentales, de la efectividad de los principios constitucionales y promotor de la prosperidad general, que busca asegurar la convivencia pacifica y la vigencia de un orden justo. Y según el pre-supuesto constitucional, contenido en el artículo primero de nuestra carta política, ese concepto de justicia está enmarcado con base en la igualdad; la justicia del bien común y la justicia social que debe regular intereses, expectativas, necesidades y l adoctrina de los bienes éticos como la libertad, la sociedad, el poder, el hombre como individuo y como ser social y como creador de valores culturales; y, la justicia como seguridad jurídica en cuanto permanencia del derecho y la paz jurídica del hombre como destinatario de las reglas coactivas del derecho. (revista de la Defensoría Pública de Colombia Nº 10, pagina 23).
Resulta lógico que tales pre-supuestos tienen moderados, regulares y fuertes detractores de todas las clases sociales y diferentes ideologías porque, como es de entenderse, no todos aceptan la idea de que en efecto el Estado sea un garante en nuestro país de los derechos fundamentales, de la efectividad de los principios constitucionales, etc., pero de todas formas y a pesar de las críticas, aquí por lo menos, se respeta el derecho a disentir y a la sana crítica; porque, como es natural, cuando se trata de países como el nuestro en donde existe variedad de motivos de conflicto y serias desigualdades, en donde incluso, a veces, de cierta forma se criminaliza la protesta, se debe continuar en el esfuerzo de hacer realidad los proyectos de pacificación porque en la medida en que se puedan concretar los postulados de la Ley de Justicia y Paz y que sea una realidad indubitable el alcance de la verdad, la justicia y la reparación encontraremos la bondad de la Paz que nos merecemos y es a ello a lo que hay que apostarle en el futuro, que es el bienestar que ansiamos los colombianos.
Recordemos que ya en el pasado existe el precedente de Guatemala; en donde si bien es cierto se lograron los objetivos propuestos por el derecho del pueblo a conocer la verdad, también se pudo confirmar la responsabilidad de miembros de las fuerzas militares en la comisión de actos reprobables.
Por todo lo anterior nos unimos a la celebración del premio otorgado a Liu Xiaobo y nos unimos al movimiento iniciado por su esposa, también escritora perseguida, para que se le otorgue la libertad a Liu Xiaobo; porque un Estado que se exige respeto, para merecerlo no puede descaradamente apartarse de la Justicia y de la Razón, vale decir, no pueden perseguir fines arbitrarios, caprichosos, despóticos o que de alguna manera repugnen a la escencial unidad y dignidad de la naturaleza humana (obra citada).