Jamás se imaginó Erick von Willebrand, médico pediatra finlandés fallecido en el año de 1949, que de manera póstuma su nombre se convertiría en un referente a nivel mundial. En 1926, estudiando los trastornos de coagulación de una de sus pacientes de cinco años de edad, el científico identificó que se trataba de una anomalía que no correspondía a ninguna enfermedad hasta entonces conocida, por lo que en la historia clínica de la niña, la registró como pseudohemofilia.
El doctor von Willebrand falleció sin conocer el alcance de su descubrimiento y casos similares que se presentaron años después, fueron registrados como “EvW”, haciendo referencia a sus iniciales. No sería sino hasta 1976 que la comunidad científica daría el nombre de “enfermedad de von Willebrand” a ese extraño trastorno de coagulación de la sangre, tan popular entre nosotros por estos días.
Resulta que el nombre del doctor von Willebrand se usó como sostén de una estructura criminal fundada en lo que no podría ser sino un verdadero Pacto de Sangre entre bandidos, que aprovechándose de lo raro del trastorno médico, y en consecuencia de lo costoso que resulta su tratamiento, se inventaron pacientes y falsificaron exámenes de laboratorio, para apropiarse de más de $ 50 mil millones de pesos de la salud de los cordobeses.
En efecto, el pacto se habría dado entre funcionarios de la Gobernación de Córdoba y propietarios de IPS de la región y supuestas clínicas de tratamiento, que le facturaron al departamento por la atención de 117 pacientes que, según los documentos que aportaron, presentarían dicho trastorno de coagulación. Los bandidos al sellar su pacto de sangre, que alcanzaron a mantener oculto durante unos pocos años, no se sabe si por ignorancia o por descaro, o lo que es peor, por una mezcla de los dos, no tuvieron en cuenta que una condición genética como la hemofilia, y menos aún si viene asociada a la deficiencia del denominado factor de von Willebrand, es tan rara su ocurrencia que la misma no solo se encuentra ligada a factores demográficos, sino que su presencia es monitoreada por el Ministerio de Salud y hasta por la Organización Mundial de la Salud, por lo que sería imposible registrar tal cantidad de casos, sin que se levantara la más mínima sospecha.
Las pruebas recaudadas por la Contraloría, que llevaron a múltiples capturas ordenadas después por la Fiscalía, y que hoy tienen a un exgobernador en el ojo del huracán, transformaron la alianza criminal que se había sellado con sangre, en un pacto pegado con babas donde todos los involucrados se volvieron delatores de sus compinches, buscando llegar a un nuevo arreglo, pero ahora con la Fiscalía.
Los primeros resultados de tales acuerdos comienzan ya a conocerse, mientras la ciudadanía en general está a la expectativa, no sólo de que los bandidos paguen las penas que les correspondan, sino que devuelvan todos los recursos que se cogieron, y que no nos salgan ahora con el cuento, que esa platica se perdió.
Por Carlos Iván Castro Sabbagh