Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ
No pude asistir a la presentación de la exposición pictórica del “Mono” Efraín Quintero Molina, que se llevó a cabo en la Biblioteca Rafael Carrillo Lúquez y cuyo tema era el sitio de Los Besotes, en la Sierra Nevada de Santa Marta en el departamento del Cesar, y ya me había hecho a la idea que me la había perdido cuando se me ocurrió ponerme al día con mis cuotas del Club Valledupar y ahí la encontré. No fue necesario que nadie me dijera de qué se trataba, pues al divisar el primer cuadro, supe que esa era.
En forma inmediata comencé a disfrutar de su degustación; pues para mí era una cosa nueva, pero al mismo tiempo sentía que ya la conocía, sin saber por qué, sentía que era algo “ deja vu”, pero tampoco sabía cómo ni cuando la había experimentado antes; y con lo que me quedaba era que me gustaba por encima de todas las cosas. Siempre me he preguntado cómo hacen los críticos de arte, especialmente del abstracto, para desentrañar de los cuadros lo que ellos creen ver y que, sin embargo, no estuvo en la concepción del artista para la confección del o de los cuadros. Misterio insondable.
En términos generales, digamos que toda la exposición es una explosión cromática eurítmica, donde no sólo se ven dibujos y colores, sino que además se aprecian pentagramas y notas musicales. ¿Estamos ante una nueva concepción del abstracto?. Es acaso un híbrido binario o díptico cromático y musical? No lo sabemos, habrá que esperar y si resulta, cómo lo hemos de llamar? Dejémosle el tema a quien le corresponde y digamos lo que sentimos ante los cuadros.
Pues en cuanto a lo que se siente, digamos que creemos que ello está ligado a las experiencias pictórico–musicales de cada cual, pues nadie puede recordar lo que no conoce. Elemental. Y como quiera que los pentagramas y las notas van de simples a complejas, a mí la sensación se me dió como si estuviera escuchando a través de la vida, y fue así como primero sentí los claros acordes del Amor…Amor…,luego algo de La Gota Fría; que por allá antes de los 40 dividió nuestra música secular en toda la Provincia de Padilla en un antes y un después, para terminar en forma rotunda en música de Beethoven con todos los instrumentos de una sinfónica en ejecución. Esa fue mi personal experiencia.
El sitio de Los Besotes está plasmado al óleo como un paraje de indescriptible belleza, donde la vegetación es verde y el agua y el cielo azules, donde el sol alumbra todo hasta cuando se imponen las sombras, donde la hipersensibilidad del artista dijéramos que complementa la obra de la Madre Natura y él se gana el galardón de “primus inter pares” en la pléyade de grandes e insignes pintores con que contamos en el Cesar.
Después de ésta experiencia, me toca buscar la manera de trasladarme a Los Besotes para contemplarlo en forma directa, al ojo desnudo, pues con ello quiero ratificarme en mi apreciación en el sentido que un sitio tan bello no puede convertirse, desde ningún punto de vista, en un caja prosaica para depositar agua; sitios de sobra debe haber en la Sierra Nevada que bien pueden prestarse para ese objetivo sin desdibujar lo que Natura fabricó con diligente y vigoroso empeño y el “Mono” Quintero interpretó a pincel con exquisito gusto y dedicación. Y los que vayan, después del Mono, que van a ir, qué van a encontrar? La caja? .
Tomás Darío Gutiérrez, que de éstas cosas sabe un montón, dice que en Los Besotes existe una verdadera concentración de fauna que congrega 253 especies de aves, además de otras especies; alguien cree que hoy día, con el conocimiento que se tiene de las cosas, en algún país civilizado alguien será capaz de proponer que se haga en tal sitio una caja de ladrillos para almacenar agua?. Especialmente cuando el objetivo que se persigue se puede conseguir con otras medidas, digamos no traumáticas ni definitivas e irreversibles
Dichas medidas las hemos expuesto varias veces en ésta columna tanto en éste diario, como en Vanguardia; sin embargo, siguen empeñados en lo mismo a sabiendas que van “contra Natura”, no oyen, no hablan, no contestan, están sordos y mudos, sólo esperan que se dé la orden de hacer la caja para “caerle” a los cuatrocientos mil millones que cuesta la obra…..al principio, después saldrá por más. Y pensar que hay una propaganda oficial donde se resalta que Colombia es “potencia por naturaleza” pero todo se desvirtúa cuando comienzan a tallar los intereses y los apetitos que por lo visto superan a los de Gargantúa y Pantagruel.
Mono, te parece que sería una gran locura proponer a quien corresponda que se declare a Los Besotes como Patrimonio Natural de la Humanidad o de Colombia o del Cesar, para evitar que los bárbaros construyan la caja? Creo entender que hay algo parecido con toda la Sierra Nevada, pero no estoy seguro. Y si probamos, ¿qué crees que pasaría? Bueno, ahí la dejo, los que estén de acuerdo con esto, que nos busquen a ver qué hacemos.