Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ
Según informes del propio DANE, entidad oficial que por no decir mentiras sufrió la destitución de dos de sus Directores durante el presente gobierno, informa que el desempleo en Colombia se encuentra por encima del 12%, lo que significa que dos millones seiscientos ochenta mil colombianos aptos laboralmente, no tienen trabajo. ¿De qué vivirán?
La noticia ya es grave, pero más grave lo es cuando se sabe que cuando se posesionó el actual presidente, el más trabajador del mundo, la cifra del desempleo era mucho menor. Y entonces, en qué quedó aquello de “trabajar, trabajar y trabajar”, el slogan del que deja la Presidencia según el cual los demás colombianos éramos una cáfila de flojos, pues nadie trabajaba como él, así como todos los que no comulgábamos con sus teorías y ejecuciones éramos una caterva de comunistas, terroristas, etc; según su credo excluyente que quien no está con él, debe sufrir las llamas del infierno.
Entonces, la pregunta que hay que hacerse es si éste señor es un farsante que con su cuento paisa con el que engañó al país ya que sólo le faltó la culebra a la hora del discurso, es que si es farsante o no lo es. Si no lo es, entonces en qué invirtió tanto tiempo en aquello de trabajar, trab… etc…? porque la verdad es que el hombre en los ocho años, le ganó al azogue.
En avión propio, con un séquito como el de un jeque de Arabia cuyos pozos generan petrodólares, con todo pago desde que sale hasta cuando regresa, acompañado por sus obsecuentes que conforman su “seguridad aristocrática”, con audiencias semanales en cualquier parte del país, donde se aumenta el ego, promete el oro y el moro pues la moneda que corre y el idioma que se habla es la mentira, distinto, todo muy distinto de las disertaciones del viejo Palemón o del propio Jesús.
El viernes vimos el partido Holanda-Brasil, que perdió el segundo porque no supo aprovechar el primer tiempo que fue pródigo en oportunidades para los cariocas, ya en el segundo tiempo Holanda manejó el desarrollo del partido y un brasilero que le hizo honor al juego sucio, fue expulsado por el árbitro quedando así con diez jugadores Brasil. Hay quien considera que ésta expulsión fue una de las causas de la pérdida de Brasil y todo el mundo ha criticado su mal proceder al aplicar el juego sucio, cuando éste equipo se caracteriza por su “joggo bonito”, que a todos gusta.
Lo que son las cosas, aquí en el gobierno colombiano los funcionarios oficiales juegan sucio y no pasa nada, se les acusa y nadie para bolas, ni presta atención, si alguna entidad los castiga, el primero que sale a defenderlo por los medios es el propio presidente con vocabulario marginal contra los jueces, fiscales y aún magistrados de la Corte que sea, nadie considera que su actuación perjudica al gobierno y al Estado, mientras el presidente considere que su actuación le favorece a él y así lo manifieste.
Que un ministro mienta, que soborne, que cambie puestos por votos, que regale a sus amigos la plata del pueblo, eso no es objetable ni repudiable, porque eso se hace para conseguir votos para la reelección del Jefe del Estado y eso es legal, en cambio, si se dice una verdad que querían tapar acerca de alguno de ellos, eso sí es repudiable porque sólo los terroristas quieren desprestigiar al gobierno y sus funcionarios. Bonito así. Fuera de Uribe y sus amigos, todos somos terroristas.
Parece que se está rompiendo la cabuya que unía a Santos con los partidos que votaron por él; al menos con los liberales, tan fieles, tan leales, tan puros ellos. ¿Se sabrá el motivo? Claro, es fácil, no es sino recordar la conclusión del Cabildo Abierto del 20 de julio de 1.810, que fue expresada con éstas palabras: “Viva el Rey, abajo el mal gobierno” que querían decir que querían seguir siendo súbditos de Fernando VII, rey de España, pero se quejaban del mal gobierno. ¿Por qué? Porque Caldas, Camilo Torres, Acevedo y Gómez y compañía, se consideraban tan españoles como los nacidos en la península y se resentían porque para los grandes cargos, el Rey sólo nombraba a los de allá y no a los de acá. Con ese modo de pensar acabó don Simón Bolívar, que incorporó a los negros y a los indios porque estaba resuelto a quitarle las colonias a Fernando. Y así fue no más. Por eso, necesitamos un Simón Bolívar, no alguien que se crea que es él, sino alguien que lo sea realmente.