Colombia es un país de contrastes, un país en donde se ven cosas inverosímiles; por un lado, fiestas, alegría, festivales, carnavales y espacios donde se convive con las diferencias alrededor de una cerveza o de un trago de whisky.
Por otro lado, sigue la ‘tripolarización’ cruenta de la política: izquierda, derecha, centro, cada uno se cree con el derecho de señalar y cuestionar: bandidos, corruptos, asesinos, y mientras tanto todo sigue igual o quizás peor.
Nos encontramos con la ‘bandolarización’, bandidos de cuello blanco y manos sucias; aquellos que en un proceso de paz mienten y solo piensan en su beneficio personal. Su verdad está por encima de todo cuestionamiento.
Colombia es el país del “No te lo puedo creer” en donde aún no podemos entender si lo bueno es realmente bueno y lo malo es considerado normal, pues de eso ya tenemos bastante y lo percibimos así… normal.
Normal es que recibas una llamada desde algún presidio, las cárceles se han convertido en semilleros de emprendedores del mal; me refiero al boleteo, a la extorsión. Verdaderas empresas de mercadeo, donde muchas veces encuentran incautos que por físico miedo acceden a sus pretensiones, se dejan intimidar.
Desde allí el hampa se fortalece, pero como este es el país del sagrado corazón, amenazan a los directivos del Inpec, a sus familiares y lo más triste y cruel, es que cumplen esas amenazas y no pasa nada.
Los ‘emprendedores carcelarios’ gozan de beneficios suntuosos, manejo de excentricidades que no deben existir, pero aquí en Colombia existen y con manejo delicado y en la mayoría de los casos con un ‘déjame está’ impunemente vergonzoso.
O se hace lo que ellos ordenan o las cosas se ponen feas para quienes no copian órdenes.
Hace unos días fue asesinado el coronel en retiro Elmer Fernández, director de la cárcel La Modelo, que de modelo no tiene nada, y muchos amenazados en lista, inquieta. Eso ratifica que las cosas no son suaves, es grave y delicado el hecho que aquellos que están en la cárcel por haber cometido un delito sigan delinquiendo y las cosas tan normales como que nada pasa y los muertos se entierran y listo.
Necesitamos más acción y cambiar de verdad ese fenómeno; menos retórica y mano dura con los delincuentes. Siempre se ha dicho que las autoridades saben en dónde están, que conocen sus guaridas, pero pareciera que el negocio está en tenerlos medio controlados y seguir disfrutando las mieles del porcentaje.
En Valledupar a falta de uno, nos montaron dos centros de acción; desde la Tramacúa se orquestan atentados y procesos delictivos que antes nunca se vieron por estos lares.
Seguir ejemplos de acción, los hay, pues una persona privada de la libertad está pagando una condena, no está en un resort de vacaciones, a sus anchas panchas, tomando Whisky y mandando desde el interior del penal.
¿Qué está pasando con todo este fenómeno? ¿Es tan difícil ajustar y poner en línea al que delinque?
Amanecerá y veremos; mientras tanto seguiremos recibiendo las dulces llamadas de extorsión, sin derecho a asustarnos. Son gajes del oficio carcelario. Sólo Eso
Por Eduardo Santos Ortega Vergara