Llegar a la presidencia de la República por parte de la Colombia Humana ampliada con la anexión de otras fuerzas conocidas como el Pacto Histórico fue posible, por primera vez, gracias al manejo de un nuevo concepto de Estado y a la redefinición de los problemas del país y de sus soluciones, planteadas por nuestro candidato Gustavo Petro.
Nunca el elector había cualificado tanto el voto pensando en Colombia y su futuro; esta vez sí, la Patria por encima de los partidos y de las apetencias personales; fue una campaña de corazón, convicción y desinterés en la cual el concepto de cambio era fundamental. Antes el voto era emocional y utilitarista, la gente se matriculaba mecánicamente en las campañas convencionales, ya como mercenarios, ya por alguna afinidad, ya como convidados de piedra y amorfos, que eran la mayoría.
Esta vez no fue así, el objetivo era claro y consistía en dar el estárter para alcanzar un país en paz, saludable, sin carteles, sin mafia y sin impostores. Todos los que estuvimos en este proceso lo hicimos como soldados y en forma anónima en el cual nunca hubo jefaturas, todos indios, ningún cacique; también sabíamos que no había cama para tanta gente pero que los beneficios del cambio llegarían a todos por la naturaleza incluyente de esta concepción del Estado; después, con las propuestas populares hoy contenidas en el Plan de Desarrollo, no habría de qué preocuparse. Por infortunio, el P.H. no obtuvo mayorías en el Congreso de la República que le permitieran aprobar sus reformas en forma expedita; se impuso la estrategia de los caciques y de las chequeras sucias y ensangrentadas. Al presidente le tocó transar con las bancadas contaminadas de algunos partidos políticos, única forma de garantizar sus propuestas así algunas sean mutiladas. Estos mercantilistas partidos siempre piensan más en su sostenibilidad institucional que en el futuro de Colombia; los votos en el Congreso no son gratis ni altruistas ni patriotas: valen puestos y contratos, así de sencillo.
Eso ha retrasado la hipotética correspondencia del presidente Petro con quienes se echaron al hombro su candidatura con alta inversión de tiempo, dinero y muchas expectativas; soy testigo del estoicismo como muchos se entregaron a esta noble causa tocando de puerta en puerta todos los hogares; esto tuvo sus consecuencias, el revanchismo regional y local contra quienes ocupaban cargos públicos pero que se manifestaban en favor del cambio, se hizo efectivo y no ha existido recompensa por el arrojo, muchos de sus pilares hoy están en el asfalto.
Más, muchos oportunistas que no estuvieron con la causa, que siempre adversaron o les daba pena que los identificaran en el otro lado, ahora están en posiciones de poder, cual “gato volador”; conozco algunos casos identificados como OVNI, extraterrestres profesionales, trapisondistas que brincan como marimondas en todos los gobiernos, parásitos de la sociedad que acechan en la troposfera petrista.
Aquí han venido dignatarios congresales del P.H., no a reunirse con los que hicieron posible el triunfo de Petro sino con sus adversarios, con los que se avergonzaban de él; esto es masoquismo o grupismo político; ni siquiera lo han hecho con Imelda Daza, senadora, nuestra representación parlamentaria, la única que tenemos, la que está consolidando proyectos regionales para el DNP. ¿Serán estas reuniones oficiales o tendrán protervas intenciones?
Esta es una paradoja política que Petro debe resolver so pena de perder los poderes regional y local en el próximo debate electoral, no estamos preparados para autoconducirnos. De no hacerlo, nos arrasarán con sevicia, su mandato y sus propuestas de mediano y largo plazo habrán terminado, esta es una gran oportunidad; el poder popular debe partir desde la periferia hacia el centro. También tendrá que detener los atajos de francotiradores como todos los Roy Barreras, campeones del oportunismo.
Desde esta columna seguiremos defendiendo y haciendo pedagogía sobre las políticas de cambio que requiere el país para convertirse en POTENCIA MUNDIAL DE LA VIDA.
Por Luis Napoleón de Armas P.