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OVG

Hace como medio siglo, quizás un poco menos, tal vez un poco más, llegó al Valle un prestigioso y actualizado bacteriólogo, nada menos que de Estados Unidos a visitar a su hermano Jaime, médico que ejercía su profesión aquí; vino, se fue, volvió y se quedó hasta el sol de hoy, aquí echó raíces.
De Jaime Velásquez García, el médico barranquillero que aquí ejercía su profesión y con quien hice grata amistad, recuerdo muchas cosas, su trato afable y su estampa de vikingo, pero no se me olvidan un par de perros que tenía, grandotes como él, llamados ‘Tiro Fijo’ y ‘Fidel’.
El otro, el que vino y no se regresó más, el bacteriólogo Orlando Velásquez García o el doctor Velásquez como hoy lo conocemos todos, se presentó con todos los hierros y aparatos modernos e instaló en el edificio Calderón, de estreno, un elegante y eficiente consultorio llamado ‘Laboratorio Santa Rita’, nombre que puso en honor a su mamá, la señora Rita, bella y buena mujer con quien tuvimos el honor de compartir ratos agradables; así como recuerdo los canes de Jaime, también me acuerdo, como si fuera hoy de unos sapones que Orlando compraba para utilizarlos en el diagnóstico de mujeres embarazadas, método que todavía utilizan en Norteamérica con una rana de raro nombre y no puedo olvidar sus famosos masajes prostáticos practicados a los asiduos visitantes de Teresa, el Cielo de Luz, la Tranca y el Samoa, que eran temidos por el dedón que poseía o posee Orlando y que horrorizado lo recuerda un amigo de descendencia “turca”, a quien trató con demasiada frecuencia, casi todos los días.
Con el tiempo el doctor Velásquez mostró la otra faceta de su personalidad, la que más lo identifica y es idéntica a él: su inclinación por la política como el arte de servir desinteresadamente a la comunidad, especialmente en el aspecto cívico y deportivo y ya no hubo un acto cultural, académico, artístico, cívico o de recreación o como quiera llamársele donde OVG no estuviera metido, pero siempre como dirigente y famosas fueron sus campañas para desarrollar el crecimiento y transformación de esta capital y se hizo tan nuestro que desapareció su nacionalidad estadinense, para convertirse, con orgullo, en un vallenato a secas, donde se mueve como pez en el agua y en donde asegura que descansarán para siempre sus restos mortales.
Valledupar y su gente quieren mucho a OVG y mucho le debemos y si el Concejo Municipal todavía no lo ha declarado como un hijo adoptivo ejemplar, hoy por medio de esta columna formalmente se lo estoy solicitando, antes que lo vayan a hacer los manaureros, el otro pueblo que reside en su corazón sin pagar arriendo.
Gracias doctor Velásquez por sus buenos servicios, los vallenatos, sus paisanos nunca tendremos como pagarle, pero siga sirviéndonos, que con los agradecimientos tendrá como cancelarle a ‘La Mona’ del Patacón Pisao los suculentos platos que todos los días se empaca, con aguacate a bordo como buen manaurero.
Los sapos o los sapones de OVG se parecen a los que se está tragando y le falta por tragar a nuestro Presidente en esto de la paz, pero aún así, adelante doctor Santos, que la anhelada paz está de un cacho.
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Jose_Aponte_Martinez: