La Ley de financiamiento primero y la reforma tributaria que la suple ahora no se contentan con mantener las onerosas gabelas impositivas a las grandes empresas, que siguen vigentes y que no son pocas, sino que, las amplía generosamente.
Las exclusiones, deducciones, exenciones y descuentos tributarios en vigor, 229 según el inventario de la DIAN, las cuales, según la misma le abren un boquete al fisco nacional del orden de los $60 billones anuales. Con razón, después tantas reformas tributarias, el recaudo apenas sí pasó de 4.1% del PIB en 2000 a 5.3% en 2016. Y lo más preocupante, por no decir alarmante, es que dichos beneficios fueron blindados a través de los contratos de estabilidad jurídica, amparados en la Ley 963 de 2005.
Con la reforma tributaria 2.0 que se debate, con mensaje de urgencia, en el Congreso de la República, se le da otra vuelta de tuerca a un sistema impositivo regresivo y profundiza la inequidad. Y no es para menos, toda vez que el costo fiscal del cúmulo de nuevos beneficios tributarios contemplados en la misma supera los $9 billones. Entre las nuevas gabelas tributarias se cuentan: la reducción de la tarifa del impuesto de renta corporativo desde el 33% al 30% en 2022 y cada punto porcentual representa $1.2 billones, descuento del IVA a la importación de equipos y maquinaria, con un costo aproximado $6.5 billones.
A ello se le vienen a sumar los 3 días sin IVAy la devolución del IVA a los más pobres. Así las cosas, nos parece demasiado optimista el cálculo del Ministro Carrasquilla según el cual con esta reforma se recaudará $11.4 billones más. Huelga decir que para la aprobación tanto estas gabelas impositivas como las que se otorgaron en el pasado, siempre se adujo que tienen como motivación principal el mayor crecimiento de la economía y la generación de empleo.
Sin embargo, aunque el Gobierno se ufana porque la economía está creciendo por encima del promedio de la región, no se puede perder de vista que el crecimiento potencial del PIB pasó del 4.8% en 2012 al 3.5% en 2018 y lo que es peor en los últimos cuatro años el débil crecimiento del PIB ha estado muy por debajo de este menguado crecimiento potencial.
Pero, el otro caballito de batalla sobre el cual se ha venido cabalgando para sustentar la decisión de dar más beneficios a las grandes empresas, es que de esta manera se incentiva la generación de más empleo, objetivo este que no sólo no se ha venido cumpliendo sino que la tasa promedio de empleo volvió a los dos dígitos hasta alcanzar el 10.2% en el mes de septiembre de este año, la más alta tasa de desocupación para este mes desde 2010.
Recordemos que, según el Observatorio del Mercado de trabajo y la Seguridad social de la Universidad Externado, en el trimestre abril – junio de este año se perdieron 360 mil empleos y en el siguiente trimestre, julio – septiembre, se perdieron 475 mil más.