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Ordinario Vs. Extraordinario

 Una de las cosas en la que siempre hago énfasis con mis estudiantes de la universidad y en ocasiones con líderes sociales para el fortalecimiento del compromiso individual,  dimensionar  esa capacidad innata que tenemos los seres humanos para empoderarnos,  en la medida de lo posible y más cuando existe un interés especial, es  en marcar la diferencia que existe entre las palabras: ordinario y extraordinario. La primera se define textualmente según la RAE, “Que no destaca por nada especial y se encuentra en lo que se considera normal”.

Por su parte extraordinario se precisa como fuera del orden o regla natural o común. Una segunda definición es: “añadido a lo ordinario”.  A simple vista, el ejercicio nos muestra que si quitamos la palabra “extra” que en su enunciación encontramos algo que es de calidad superior a la normal;  entonces no hay diferencia.  Por ello es difícil encontrar gente extraordinaria, porque a muy pocos nos gusta agregar algo extra a lo que “normalmente” hacemos. Es difícil encontrar gente comprometida.

Colombia es un país de gente ordinaria, un 90 por ciento es del común; se hace lo que se puede, más allá de eso da fatiga; nos cansamos con facilidad. El 10 por ciento  que es extraordinario, busca otros horizontes, trata de aportar lo que tiene de más en donde se le reconozca ese valor o  en donde su aporte sea significativo para todos.  Infortunadamente la crisis de valores por la que atraviesa el mundo, es algo que golpea de manera considerable a  nuestro país. El facilismo nos conmueve de manera especial, nos acostumbramos al “chévere” todo fácil, nada que nos haga esforzar es del gusto.

Hay gente extraordinaria, que se esfuerza porque las cosas funcionen de manera especial, aún a costa de su propia tranquilidad y de sus intereses personales, esa gente cabe perfectamente en ese porcentaje pequeño,  vemos cerebros fugados, deportistas representando otros intereses, empresarios de nivel dirigiendo en otros países.

Lo extra no es para todo el mundo. Somos fáciles para exigir de más pero no estamos dispuestos a ser extraordinarios al natural, de manera especial y espontánea. Ese es el reto que nos corresponde asumir a quienes de una u otra forma tenemos el compromiso y la posibilidad de enseñar, de llevar el mensaje de cambio: maestros, líderes comunitarios, los que aún sobrevivan; el político de bien, el padre de familia responsable, el cura de la iglesia que en la homilía tiene la palabra. Lo extra es eso que debemos compartir, la camiseta del compromiso. La horita de más que regalamos a la empresa, el apoyo que le brindamos al amigo; el aporte que brindamos en el vecindario sin reconcoma. El respeto, amar sin condiciones, la ética,  valorar lo que tenemos. La pregunta es: ¿tú cómo te sientes: ordinario o extraordinario? Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: