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Oportunidad para enfrentar la crisis

En Colombia la producción de trigo es prácticamente inexistente, solo representa el 0,3%, el 99,7% se debe importar vía marítima, principalmente desde Canadá y Estados Unidos. 

De acuerdo con la Industria Molinera de Trigo, agremiada en la Cámara Fedemol de la ANDI, el trigo es base fundamental para la seguridad alimentaria del país, mediante la producción de harina de trigo fortificada utilizada para la elaboración de productos de panadería, pastelería y galletas.

Por la misma situación atraviesan otros cereales como el maíz y la soya, ambos esenciales para la alimentación de las personas y animales. Este marco representa una contradicción con la consideración de Colombia como despensa agrícola.

En lo relacionado con el maíz, el Ministerio de Agricultura informó que al cierre del año 2021, las importaciones de este cereal alcanzaron las 6.039.619 de toneladas, comparado con el año inmediatamente anterior, representa una disminución de 122.000 toneladas, debido a la ejecución de la estrategia “Soya maíz proyecto país”, que representó en 2021 un aumento 37% del área sembrada (47.000 hectáreas), respecto de 2020.

Pese a la ventaja comparativa inherentes a las condiciones geográficas privilegiadas para cultivar, el país es dependiente de las importaciones de estos alimentos. En gran medida ha sido en consecuencia de la apertura económica de 1991, proceso que invocó la necesidad de modernizar y diversificar las políticas de comercio exterior, sin embargo, fueron limitadas al facilismo impuesto o mediático, concerniente a la reducción progresiva de barreras como los aranceles, generando la disminución de la producción nacional de alimentos como el maíz, la soya, el trigo y el sorgo.  

La apertura económica no debió exponer la soberanía alimentaria ni nuestra vocación agropecuaria, el nuevo modelo del paradigma del comercio exterior exhortaba implementación y desarrollo tecnológico, estimulación para aumentar el área cultivable, investigación y eficiencia productiva. Luego de 30 años hemos tenido leves mejorías, sin embargo, las tendencias del mercado y las circunstancias geopolíticas, se mueven rápidamente con irrupciones económicas y tecnológicas. 

La invasión de Rusia a Ucrania sustenta una amenaza económica que impacta la seguridad alimentaria mundial, sobre todo, la de los países de menores ingresos, y en materia tecnológica se encuentran en avanzada la agricultura de precisión, la agricultura regenerativa y los agronegocios.

Según información del Banco Mundial la participación de Ucrania en las exportaciones mundiales de productos, incluidos los alimentos, como el aceite de semilla, el maíz y el trigo. Para el aceite de semilla, representa más del 40% de todas las exportaciones. Rusia representa el 18% de las exportaciones mundiales de trigo y el 14% de los fertilizantes. 

El mundo que conjuga las discusiones políticas y económicas está avanzando en las estrategias que permitan abordar la que describen como inminente crisis alimentaria debido al conflicto ruso – ucraniano, el mundo.

En este contexto Colombia puede encontrar apuestas para hacer realidad su expectativa como despensa agrícola mundial, partiendo de la Reforma Rural Integral, establecida en el acuerdo de paz, renegociar los TLCs y apropiación de tecnología.  Es tiempo de actuar holísticamente, entendiendo lo concebido por Gastón Berger, uno de los fundadores de la prospectiva, que la definió como la ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en el. 

Por Luis Elquis Díaz

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