El verdadero amigo es solidario, camina con reflexiva serenidad, y lleva en sus manos un lazo de luz para atrapar y desterrar los fantasmas de la oscuridad y del pesimismo. Si la decencia y la generosidad son los colores de las palabras, se fortalece la convivencia.
La convivencia propende por el reconocimiento mutuo, el respeto, el diálogo y la valoración positiva del vivir respetando y reconociendo la diferencia. La convivencia comienza con la ética del lenguaje; por eso debemos utilizar palabras benevolentes, respetuosas, edificantes, que susciten la armonía en las relaciones humanas. Dice el profesor Michel Lacroix, que “las palabras tóxicas son las ofensivas, burlescas, las que hieren con mordacidad, y el que está herido espera la oportunidad de convertirse en verdugo y busca a alguien para lanzar sus ataques verbales”.
La sensatez y el respeto son virtudes para atenuar el ambiente de intolerancia y agresividad; por eso es importante recordar los tres tamices, que, según el filósofo Sócrates, debemos aplicar antes de decir algo: la verdad, la bondad y la utilidad. En otras palabras, antes de decir algo, toda persona debe formularse estas tres preguntas: ¿Estoy seguro de que lo que voy a decir es cierto? ¿Lo que voy a decir es bueno? Y ¿Es necesario decirlo? Poner en práctica esta trilogía socrática es un axioma universal que enaltece la amistad, el amor, las relaciones laborales y la condición humana.
La amistad está ligada a la gratitud. Profeso agradecimientos a mi familia, mis maestros, mis compañeros, mis estudiantes, mis amigos, periodistas, artistas y funcionarios. Me invade un sentimiento de gratitud por el colegio Instpecam, donde estudié parte de mi bachillerato y ejercí la docencia alrededor de 40 años, y por el rector Víctor Meza Bornachera; era un personaje admirable por sus calidades humanas, su liderazgo social y su incansable capacidad de gestión.
En el colegio, su presencia, sus palabras y sus acciones irradiaban motivación y disciplina. Un día a la semana reunía la comunidad estudiantil, y de sus labios fluían expresiones emotivas para elevar la autoestima y el sentido de pertenencia de sus profesores y estudiantes: “La educación es la aristocracia de la inteligencia y hace al hombre un ser humano más útil a su familia y a la sociedad. Aquí hay un grupo selecto de profesores que con sus enseñanzas alimentan el talento y la grandeza, de ustedes queridos estudiantes. ¡Adelante, sigan adelante!, temerosos de Dios y de las leyes, guiados por la luz del conocimiento”.
La amistad, en el camino caluroso del verano, es un follaje de lluvia que mitiga la sed del caminante. Una de mis lectoras, la señora Alba Almenárez Araújo, en honor a la amistad, me escribe un poema, leamos este fragmento: “Mientras pienso en la fluidez de tu poesía, intento hacer lo propio para alcanzar mis metas, nada me produce más ánimo y alegría dedicar lo poco que tengo y que me alienta, imaginando que así debe ser la vida mía, oculta en las entrañas apasionadas de las letras”.
Por José Atuesta Mindiola