En este mes de la madre y de la Virgen estaba en mora en hacerle un homenaje dedicándoles esta columna a ese bendito género al cual tildamos de sexo débil, y de débil no tiene nada, pusilánimes nosotros los hombres que no damos siquiera para hacer la mitad de lo que ellas hacen, somos cobardes ante un dolor de cálculo o un dolor de estómago cuando ellas aguantan ese sublime y bien recompensado sufrimiento del parto.
Las mujeres son más verracas que nosotros y cuando ellas dicen a trabajar es a trabajar, soy testigo fiel de todas esas madrugadas en las que mi mamá se levanta a hacer sus quehaceres domésticos y además de eso a preparar los pudines y postres para su negocio de repostería, el amor de madre es el más hermoso y desinteresado que existe y que jamás existirá y como dice ese bello canto religioso, una madre no se cansa de esperar.
Pero en general las mujeres son lo más lindo que Dios creó en este mundo, que gran tributo nos hizo al regalarnos ese precioso ser como compañera. Valledupar no es la excepción de ser cuna de grandes y ejemplares mujeres: María Concepción Loperena de Fernández de Castro, Paulina Mejía de Castro Monsalvo, Consuelo Araujo Noguera, son reconocidas por su liderazgo, pero hay otras a quienes admiro y que silenciosamente también se hacen admirar por su labor como madres y por tener “los pantalones bien puestos”. Mi madre y mi tía María Luisa Sánchez son ejemplos de tesón, mujeres laboriosas como María Iberia Ustariz ‘La Bella’, quien cocinándole platillos exquisitos a los vallenatos y foráneos sacó adelante a sus hijos; Marta Sandoval, quien con su empresa familiar no se olvida de los más necesitados y hace su buena cantidad de obras sociales; Margarita Agudelo de Angulo, quien en uno de sus predios rurales hizo una escuelita para los niños campesinos y sin duda alguna la actual Primera Dama, Edna María Vigna, quien con su dulzura, carisma y dones de gente está ejerciendo con decoro su labor, todas ellas entre otras, son unas mujeres ejemplares a quienes no debemos decirles que están detrás de ningún gran hombre sino más bien a su lado o delante de ellos.
Pero no puedo dejar de hacerle un homenaje a una amiga querida a quien conozco de toda la vida y quien poco a poco, trasnochando, haciendo “malabares” y con muchos sacrificios, sacó solita adelante a sus hijos, convirtiéndolos en profesionales a todos, tiene arquitecto, ingeniero, médico y ella es una gran empresaria y comerciante que comenzó hace más de 30 años con un pequeño local en ‘Unicentro’ frente al extinto almacén Ley, en donde quedaban ‘Las Modistas’, me refiero a mi querida Rosa Rodríguez -‘Ocha’- como cariñosamente la conoce todo el mundo, hoy día su miscelánea y estanco ‘Mao’ es quizás el más famoso de la ciudad y cuenta con numerosos y exitosos puntos de venta. La verdad es que admiro a Rosa, pues es un ejemplo de superación, honradez y esfuerzo sin tenerle miedo al trabajo y así levantar y educar a cuatro hijos varones, también ayudando a sus padres a quienes no desampara.
Por eso esta columna va dedicada a todas mis lectoras, a las madres solteras, a las viudas, a las separadas, a las madres cabeza de hogar, a las que están enfermas, a las que tiene alguna condición de discapacidad y a todas aquellas mujeres que tienen a Dios en su corazón y que por eso Él no las desampara.