“Te propongo, bajarte el cielo cada mañana, hacer de tus horas una estancia donde deposite mis deseos.
Llevarte de la mano a la nebulosa que te eclipsa,
pasear salvajemente por cada gruta de tu cuerpo.
Te propongo despertares de besos encriptados, en te quieros de caricias sublimadas, deseos pulverizados
esparcidos por tu cuerpo”. Esperanza, la poeta.
Hoy cuando por fin entendemos que la despedida es real y que tu sonrisa, aunque eterna, ya no la volveremos a sintonizar con tu mirada tierna; hoy que tu nombre, Esperanza Ramos Yáñez, transita entre los adioses que se dieron de corazón a corazón y las lágrimas que rodaron sin pedir permiso por ese dolor de partida.
Con angustia en mi alma, valido que tus paisanos se atrevieran a pensar que era una locura esa noticia nefasta de tu partida, que esperaban encontrarte escribiendo un poema o delante de los niños de pre-escolar que al final, cada uno de ellos, también se convirtieron en un poema sublime, donde detallas cada mirada, cada sonrisa, cada palabra; y deletreas con amor el nombre de cada uno. Tu razón de ser.
Hoy cuando Pedro, rebusca entre los supuestos argumentos válidos de tu adiós, algo que lo justifique, y que tus hijos soñaban con un redil de amor eterno… un pedacito de vida juntos por siempre; nos encontramos sin ti. Pocas horas de tu partida y las sentimos como si fuese una eternidad.
Duele tu ausencia amiga, y llora tu pueblo Aguachica, llora el Cesar y el mundo poético; lloran tus poemas de amor, los naturales; lloran aquellos que llevaron siempre un mensaje sublime de erotismo y utopía.
Lloran tus letras de sueños y verdades; lloran tus escritos que no alcanzaron a extasiarse en las auroras de tus quimeras; aquellas loas que se quedaron contigo, que prefirieron no ver la luz, pero se adentraron en la oscuridad de tu ausencia.
Lloramos con dolor tu retirada material y nos quedamos con la nostalgia de tus recuerdos, que serán eternos en el corazón y en la mente de todos los que de alguna manera especial disfrutamos de tus verdes ojos, llenos de naturaleza y ternura; de tus palabras sentidas y nostálgicas. Gracias, por tanto, amiga del alma.
La referencia de tu despedida me la dio Nidio y a partir de esa aciaga noticia, comencé a dibujar cada lugar en los que compartimos ese gusto mágico de la poesía y la declamación. Juntos a todo un mundo de poesía, disfrutabas cada evento, te lo gozabas, y compartías con tu esposo, en su compañía, los detalles de cada lugar que visitamos.
La brisa de la serranía de Perijá te abrazó y te brindó de su tierna y fresca estancia. Fue justamente en un certamen de esos que tanto soñaste para tu pueblo en donde nos vimos por última vez: el Festival Internacional de Poesía ‘Clemencia Tarifa’ de Codazzi.
Te vamos a extrañar Esperanza, dejas acongojado el alma de tus amigos: Ana D, William su esposo; Yaneth Álvarez y Willi, que también te servía de fotógrafo de cabecera; dejas con tristeza a Milva a Maira y a toda la fundación ‘Árboles Azules’ a Nidio que se convirtió en albacea de tu talento literario; Luis Mario te llora, como Lucía Margarita y Carol June desde Puerto Rico. Te lloro y te lloran los poetas del mundo. Nos queda una Esperanza en el cielo.
Sólo Eso.
Por. Eduardo Santos Ortega Vergara.