Jean Anthelme Brillat-Savarin en su célebre tratado de gastronomía asegura que “El descubrimiento de un buen plato es más provechoso para la felicidad de la humanidad, que el descubrimiento de una nueva estrella, estrellas hay ya bastantes”. Frase muy cierta porque en una buena reunión a manteles y deleitando unas deliciosas viandas, se pueden abrir muchas puertas, llevar a cabo los más grandes negocios y hacer las mejores relaciones del mundo. Para muchos de nosotros se nos hace muy común la popular arepa e’ huevo, plato netamente costeño y una de las “joyas de la corona” de la cocina del Caribe colombiano, casualmente en estos días he escuchado numerosos elogios a este exótico alimento, el cual según dicen es originario de Luruaco en el Atlántico, los cartageneros también la pelean como suya y aunque es el plato típico por excelencia del municipio atlanticense, no existe un verdadero registro histórico de su real origen.
Aunque no es mi comida predilecta debo reconocer que a pesar de ser un plato aparentemente sencillo, es delicioso, además de ingenioso y exigente, desde lograr la textura adecuada de la masa, la cual debe ser de maíz, hasta freírla al punto exacto para sacarla, agregarle el huevo y luego volverla a freír. La más sabrosa que he podido degustar fueron unas muy singulares que probé en una fiesta de “alto turmequé” en Cartagena, donde a altas horas de la madrugada unas negras fritangueras, vestidas inmaculadamente de blanco, comenzaron a freír las más diversas variedades de fritos en miniatura a manera de picadas: Empanadas, carimañolas, patacones con hogao, deditos, buñuelos de frijol, de maíz verde, aborrajados, pero lo que más me llamó la atención fueron unas arepitas de huevo, como del tamaño de un plato pequeño de tinto, perfectamente redondas y secas, rellenas de huevo de codorniz, me parecieron supremamente exóticas, pero sobre todo exquisitas, ese madrugada en la “Heroica” vi a un alto funcionario de la embajada de los Estados Unidos engullir golosamente más de veinte y creo que yo no me quede muy atrás.
Traigo a colación esta anécdota porque un amigo, el cual tiene un buen puesto en una multinacional explotadora de carbón, me comentaba que hay un grupo de compañeros americanos fascinados con la gastronomía colombiana y sus platos predilectos son el sancocho, el caldo de costilla, la lechona tolimense (la cual encargan frecuentemente a una lechonería a Bucaramanga) pero están “deslumbrados” con la arepa e’ huevo, de las cuales consumen tres y cuatro por persona. Mi pariente Julio Ogando también me contó que haciendo fila en el bufet de un resort en Cartagena, lo antecedía un descomunal afroamericano, con quien entabló una amena conversación en donde el gringo le confesó que estaba fascinado con la arepa de huevo y que la comía a toda hora, que incluso pagaba los cincuenta mil pesos que le costaba el bufet, con tal de poder comerse cuatro o cinco arepas, porque no le interesaba probar más nada. Acá en Valledupar hay varios puntos especializados en este manjar e incluso hay un punto de venta de estos fritos que queda cerca a la Olímpica de la Ceiba, en donde creo que es el único sitio de comidas de la ciudad, en donde la gente hace cola y espera hasta media hora para deleitarse con este calórico producto. Diomedes Díaz en su popular canción ‘El Comelón’ también le echa sus flores, resaltando las que tienen carne molida también y de las cuales destaco unas muy famosas que venden en el Rodadero, frente a Pozos Colorados.
@juliomceledon