El corazón del maestro Ovidio Granados está roto como los fuelles de un viejo acordeón. La tristeza por la ausencia física de su adorada esposa Nimia Antonia Córdoba Cantillo es un vendaval de lágrimas. La fe en Dios y el poder de la oración dan fortaleza para entender que la vida terrenal tiene un ciclo, el cuerpo silencioso se va y se convierte en polvo, pero el espíritu es inmortal. De nuestros seres queridos nos quedan los recuerdos de sus bondades, que son destellos de luz en la memoria y en las ventanas del corazón.
Nimia Antonia irradiaba belleza y florecía con el sol de la primavera en su mirada. De su nativa Salamina (Magdalena) llegó a Mariangola en 1958, con su padre César José Córdoba. Dos años después trabajaba en la ‘Tienda San Martín’ de la señora Telesila Díaz de Rodríguez. Ahí en ese lugar, que era una miscelánea y que además tenía un salón de baile, conoce al joven acordeonero Ovidio Granados (en ese entonces ‘el galán de las muchachas’), y comienza el mágico tránsito por los gozos del noviazgo. Pronto la altivez del amor vence las fronteras de la soltería y forman una bella pareja, eternamente enamorada, hasta que la muerte físicamente los separó, el pasado 15 de julio.
Nimia Antonia falleció en una clínica de Valledupar a la edad de 76 años. Fue una mujer de vientre bendecido por la música, y en unión con los genes musicales de Ovidio se entrelazaron en espléndida serenidad, para crear una descendencia de talento musical. Los dos hijos mayores, Eudes (q.e.p.d.) y Ovidio Jr., reconocidos técnicos de acordeón. Hugo Carlos es, hasta hoy, el único acordeonero con cinco coronas en el Festival Vallenato: infantil, aficionado, rey de reyes aficionado, rey profesional, y rey de reyes profesional. Juan José es rey vallenato profesional. Sus hijas Patricia y Marily tienen oído fino para los acordeones. Dos de sus nietos: Jairo Andrés Lobo Granados toca acordeón, y Hugo Carlos Jr. es cantante.
Nimia fue una mujer luminosa, humilde y decente, consagrada a la generosa condición de ser madre y abuela. Sus virtudes de amar y cuidar fomentaron el respeto por la vida, la honestidad por el trabajo y la disciplina para cultivar el talento. El cariño, la amistad y la discreta tolerancia fueron tributos de su personalidad; llegar a su casa era recibir afectos de bienvenidas, con la alegre expresión de la sonrisa; y en el patio, los registros de los acordes de acordeones en las manos de un experto cirujano: su querido esposo Ovidio. Era ella la encargada de llevar el control de los acordeones y de sus dueños.
Nimia Antonia fue siempre apreciada por músicos y amigos de Ovidio. El maestro Emiliano Zuleta Díaz, según relato del rey vallenato Almes Granados, en cierta ocasión le cantó estos versos: “Dos amigos que yo no olvido/ y que nunca me olvidarán/ son Ovidio Granados Durán/ y Nimia Córdoba Cantillo”.
Marily, una de sus hijas, la describe: “Mi madre fue mujer paciente, amorosa, muy alegre y hogareña. La protagonista en la historia de Ovidio Granados y sus hijos; en silencio celebraba sus triunfos y sufría sus derrotas”.