Veintidós minutos es el tiempo promedio en que Obduber Ramírez arregla un par de zapatos o sandalias. Si no hay contratiempos, en el día restaura hasta 8 pares de calzado. Es un zapatero trashumante. Viaja en su pequeña motocicleta o automóvil Spring, recorriendo las calles de los municipios de La Paz y San Diego. Anuncia sus servicios con el pregón conocido en los sectores populares: ¡Se arregla calzao!
–En la vida, todo es proponerse las cosas. Yo gasté plata para poder ser lo que soy. Recuerdo que le decía a mis amigos que me llevaran los zapatos. Compraba material y empecé perdiendo– dice Ramírez.
Además de zapatero, Obduber ha sido cocinero, comerciante de productos típicos de la gastronomía caribe –arepa de huevo– y de bienes de la tierra –plátano verde y amarillo– en municipios y ciudades como San Diego, Valledupar y Barranquilla. Es cualquier día. En el radio de su vehículo suena la canción ‘Dios no me deja’, de Leandro Díaz. Debajo de un árbol de mango, en el barrio Jorge Eliécer Gaitán de La Paz, apura su labor con el yunque, el saca túnel y el martillo. Parece abstraído. Como si al arreglar zapatos estuviese escribiendo una poesía. Es celoso de su concentración.
–Escogí el oficio de zapatero porque es el que más plata me da para resolver las necesidades cotidianas– concluye.
ALEXANDER GUTIÉRREZ/ EL PILÓN