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Nuevo Gobierno: Viejas promesas – escasas esperanzas

Por: Imelda Daza Cotes
Todo nuevo gobierno genera expectativas y en el caso colombiano éstas son enormes, dada la gravedad de los problemas. Uno quiere creer que las cosas mejorarán y que un presidente diferente hará las cosas mejores. Pero los buenos deseos no aportan mucho
Buena parte del discurso del nuevo presidente  se asemeja, de alguna manera, al cuento del “Gallo Capón”, son las mismas promesas del siglo pasado y del anterior, es un cuento de nunca contar y unas promesas de nunca cumplir.  Es lo mismo que  le hemos escuchado a todos los candidatos de todas las épocas. Es desconsolador que después de doscientos años de vida republicana el elegido Juan Manuel Santos nos diga que “…si los hombres y mujeres que lucharon por darnos la libertad regresaran, sentirían desilusión, porque no hemos alcanzado la justicia social ni consolidado la paz, soportes de la libertad”. Se le abona que lo reconozca, pero suena cínico que no asuma su parte de culpa como miembro de esa minoría de familias privilegiadas que desde siempre se adueñó del país y es responsable de las calamidades que la mayoría soporta.
Las reiteradas promesas, hechas por Santos durante su campaña se escucharon de nuevo en su discurso de posesión con muchos enunciados y pocas definiciones.  La Prosperidad democrática se traducirá en: una casa digna, empleo estable con salario y prestaciones justas, acceso a la educación y a la salud, bienestar básico y seguridad, nutrición infantil y niños con futuro, reducción de la pobreza, combate a la corrupción, respeto a la vida y a los derechos humanos, devolución de tierras a los campesinos desplazados, garantías a la oposición y paz. Es lo mismo que han prometido sucesivamente todos los presidentes a un pueblo que parece resignado a otros cien años de soledad
Pero, con todo, y a pesar de tan viejas y gastadas promesas,  también hay un estrecho espacio para la esperanza. Santos ofreció otras cosas que, de hacerlas realidad,  se  constituirían en grandes logros para el país: “No quiero un país sin partidos ni controversias ideológicas” dijo y agregó “Una democracia verdadera no puede operar sin una prensa libre, sin una oposición seria, o sin el equilibrio de los contrapesos del poder” Si así fuere, cesarán los asesinatos de los opositores y no habrá más crímenes de estado (falsos positivos). Que la defensa de los derechos humanos será un compromiso firme e indeclinable en su gobierno y “el respeto a la vida es un mandato sagrado” afirmó.  Sería bastante si así fuere.
La separación de poderes y el respeto al estado de derecho también fueron prometidos. El nuevo Ministerio de Justicia y de Derechos garantizará la independencia judicial. Terminarían así los enfrentamientos entre poderes y mermaría o la autocracia que caracterizó al represidente saliente.
Igualmente sensato es el propósito de “reconstruir las relaciones con Venezuela y Ecuador, restablecer la confianza y privilegiar la diplomacia y la prudencia”. Que esto no sean sólo palabras sino hechos, para conveniencia de todos
Pero lo más urgente en Colombia es el cese de la confrontación. Las distintas violencias que azotan al país son su más grave problema. Al respecto fueron varias las alusiones: “Es posible tener una Colombia en paz” dijo Santos, aunque enseguida reiteró “una ínfima minoría persiste, con el terrorismo y el narcotráfico, en obstruir nuestro camino hacia la prosperidad”. Olvida intencionalmente mencionar a la otra ínfima minoría que  aferrada al poder se ha negado a resolver el problema y ha persistido en la guerra como mecanismo para superar el conflicto interno. Sin embargo, anima escuchar al nuevo presidente cuando dice: “La palabra guerra no está en mi diccionario”. Ojalá no cambie de léxico porque nada es más urgente que la paz y ojalá que el nuevo gobierno sea consecuente con eso que ha dicho acerca de que “la puerta del diálogo no está cerrada con llave”. Sólo hay un camino hacia la paz y ese es el de la negociación y los acuerdos.
“Yo aspiro, durante mi gobierno, a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos” dijo Santos  y terminó insistiendo en que “llegó la hora de enterrar los odios” “llegó la hora de sembrar concordia”. Por el bien de Colombia confiemos en que así sea.

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