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Nuevas ciudadanías

El título de esta columna es un constructo acuñado por Gustavo Petro en la campaña electoral pasada a la Presidencia de la República. Las nuevas ciudadanías son todas aquellas personas que no han participado en procesos electorales por falta de motivaciones, indiferencia o perspectivas claras sobre el futuro del país; también incluye a los que habiendo participado han perdido la fe porque los han defraudado; muchos de ellos han pertenecido a alguno de los partidos tradicionales, incluso como actores, pero hoy se encuentran en una reflexión crítica y constructiva ante el devenir histórico. Pertenecer a este segmento no implica tener una ideología determinada sino, más bien, una esperanza de cambio verdadero que ayude a cerrar la brecha; el amarre ideológico, si no estamos bien cimentados, nos puede quitar la criticidad que necesitamos para mirar los problemas y alejar a muchos que quieran acompañarnos. En política hay que trabajar con matices pero con coherencia conceptual; solos no llegamos, la intransigencia radical no suma. El oro, con todo su valor, requiere participar en una amalgama con metales no preciosos para poderlo trabajar y hacer eficaz su valor comercial en el ámbito del arte; nadie se pone una prenda de oro puro, no funciona. Así es la política, con solo “puras sangre” no es suficiente. A los que quieran llegar a aportar voluntades no se les puede pedir hoja de vida para no contaminarse, la gente puede cualificarse en su proceso de vida y es un derecho que tienen de hacerlo. Y, pese a tener familias con pasados cuestionables, no se le debe homologar con estas porque el ADN de suyo no contamina. El proceso que sufre la Colombia Humana en Valledupar, atomizado en sectas cerradas en palenques, está preñado de egos y de discriminaciones; esta conducta es anti dialéctica y condenada al ostracismo. Según nos enseña la termodinámica, ningún sistema cerrado sobrevive; meterse en una escafandra asumiendo pureza, evita el contacto con las nuevas ciudadanías que le darían vigor a un movimiento de masas; esto es deleznable, la lepra no se contamina por contacto. Muchos quieren candidatos de genética patentada, tanto para alcaldías como para gobernación. Una franquicia ética no se compra, se consigue con la coherencia y el ejemplo. No estamos preparados ni organizativa, ni política, ni conceptual, ni financieramente para afrontar un reto de esta envergadura, esto es un axioma. Eso pocos lo pueden hacer, Petro es uno de ellos pero no todos tienen su perfil y bagaje académico, construido a través de la lucha y el valor civil. En el Cesar ha surgido una candidatura para la gobernación no procedente de la Colombia Humana y ya los llamados “puros” de este movimiento alternativo se han rasgado las vestiduras; se llama Jaime Araujo Rentería, un vallenato orgullo para cualquier región, más progresista que muchos de los Catones contestatarios de unas horas y más papistas que el papa. Jaime es una opción válida, un hombre sin tachas y difícil de emular, su quehacer como hombre público está probado. Lo que necesitamos es un compromiso serio, tanto para la Alcaldía de Valledupar como para la Gobernación del Cesar. Las expectativas electorales logradas por GP, no son nuestras pero están ahí, toca reconquistarlas.

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