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Nueva naturaleza

“Porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor…”: Efesios 5,8. 

El tema central del pasaje que nos ocupa hoy es el cambio de naturaleza que ocurre cuando nos acercamos a Cristo mediante la conversión. Advierto que no dice que antes estábamos en tinieblas, sino que éramos tinieblas. En nuestra condición caída de indiferencia e incredulidad éramos de naturaleza tenebrosa, nuestra esencia misma era oscura y sombría. 

Tampoco dice que ahora estamos en la luz, sino que somos luz. Dios cambió nuestra naturaleza básica de las tinieblas a la luz. Así, pues, el tema que subyace en este pasaje no es el de mejorar nuestra manera de comportarnos y adquirir una nueva forma de actuar, sino el de reconocer que poseemos una nueva naturaleza que es obediente a Dios y se somete a sus designios y voluntad. Nuestro desafío diario es el de caminar armoniosa y consecuentemente con esa nueva naturaleza.  

El secreto de la vida cristiana, entonces, no es el de aprender unas nuevas formas de expresión de la fe, ganar una nueva manera de vestir y de relacionarnos con otros, expresarnos de una nueva forma en nuestro lenguaje, cambiar nuestra apariencia externa y comenzar a hacer obras nuevas, sino el de ser consonantes con nuestra nueva manera de ser en Cristo.  

Amados amigos: si queremos ser como Cristo, parecernos a Él e imitar su carácter, necesitamos la naturaleza de Cristo dentro de nosotros. Necesitamos participar de la naturaleza de Cristo para que podamos ser como Él. No llegamos a ser cristianos asumiendo nuevas prácticas y comportándonos de mejor manera, no es cuestión de desempeño o rendimiento, sino de hacernos conscientes que ahora poseemos una nueva naturaleza en Cristo que nos otorga un ser nuevo por completo, capaz de conocer e intimar con Dios mediante su gracia y su accionar desde adentro de mi corazón. 

Ahora bien, la tragedia de los siglos consiste en que esa vieja naturaleza desobediente a Dios, que no puede sujetarse a Dios y a sus leyes, permanecerá con nosotros hasta el final de nuestros días. La única manera de mantener la victoria y actuar conforme con nuestra nueva naturaleza es vencer sus antiguas demandas y permanentes apetitos de la carne.

La situación que existía en la época de Jesús no es distinta a la de hoy, los perfeccionistas religiosos y apegados moralistas han hecho toda una ciencia de la conducta externa, pero sus corazones están como el interior de un sepulcro, muertos y malolientes. Si Jesús se interesa en crear nuevas personas desde adentro, para infundirles una nueva naturaleza y crear un nuevo ser sensible a la realidad espiritual; entonces, tenemos la invitación de caminar en sus caminos.

Cuando Dios cambia nuestra identidad y nos hace participes de su naturaleza, podemos en su gracia y con sus fuerzas cambiar nuestras conductas. La epístola de los Colosenses sostiene que Dios nos ha librado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

¿Pueden pensar en algo más maravilloso que esto? ¡Demos gracias a Dios y vivamos sabiamente siendo consecuentes con nuestra nueva naturaleza en Cristo! Un fuerte abrazo y muchas bendiciones.

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