La cultura corrupta está tan metida en la sociedad colombiana que las nuevas generaciones se preparan en prestigiosas universidades, escalan profesionalmente de manera vertiginosa con el único anhelo de riquezas más allá de lo que podemos imaginar.
Los corruptos no tienen consideración de ningún tipo, se roban la plata de mercados para sectores afectados por la pandemia, se roban la plata de la alimentación escolar y ahora se apropian hasta de los recursos asignados para la implementación de la paz.
Es una cadena que se va construyendo poco a poco, jóvenes preparados buscan el respaldo de políticos para llegar a cargos públicos, le entregan el alma y el corazón a esos padrinos y empieza toda una aventura de favores; penetran en entidades como la Contraloría y allí con el poder de arrodillar alcaldes y gobernadores exigen dineros para no iniciar o para archivar investigaciones que podrían terminar en responsabilidad fiscal, definitivamente este país no tiene como mejorar hasta que se ataque de frente a los corruptos.
El Cesar que tuvo una participación importante en el Gobierno de Iván Duque en cargos de alto nivel, en su momento aplaudidos todos como niños prodigios no fueron más que un espejismo, se entregaron a esos acuerdos subrepticios donde llenan sus bolsillos y terminaron como parte de esa corruptela que desmantela las entidades públicas.
Gustavo Petro inicia con pie derecho la conformación de su gabinete, en Hacienda José Antonio Ocampo y en el Ministerio de Relaciones Exteriores el amigo de la paz Álvaro Leyva Durán, esto como anuncio de un equipo experimentado, lejos de los malcriados que acompañaron a Duque para hacer pilatunas como bien lo afirmó el expresidente Uribe después de los lamentos derivados de los resultados de las elecciones parlamentarias.
En estos momentos en el Cesar se espera la designación de las figuras que llegarán al Gobierno nacional, existen muchos respetables y preparados esperando una oportunidad para demostrar que pueden asumir grandes retos, pero el principal reto es respetar los recursos públicos, no podemos seguir enviando ladrones al Gobierno Nacional, robarse los recursos de la paz es una tragedia, esto coloca en riesgo cualquier avance por pequeño que sea para acabar este conflicto que realmente ha sido alimentado por la corrupción que crea desigualdad, que le quita la comida a todos los colombianos, que impide incluso que la calidad educativa sea sólo un deseo y no una realidad.
Esas nuevas generaciones del Cesar que se visten de tecnócratas y lucen brillantes títulos académicos hoy son un ejemplo de la triste historia colombiana, aterrizan en posiciones de poder únicamente para comerse los recursos públicos; mientras en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) reclaman inversión en educación, infraestructura, empleo y muchos otros temas, esos desalmados que nacieron acá se reparten sus coimas y extorsionaban alcaldes a cambio de aprobar proyectos que les pertenecen a los municipios PDET.
La carrera de esas figuras a otras instancias debe parar, la Contraloría General de la República no merece estas ratas, es el primer paso para que esto cambie.