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Nueva Fuerza Democrática 

El pasado miércoles 18 de enero el expresidente conservador Andrés Pastrana y el excomisionado de paz, el también conservador, Camilo Gómez, se acercaron a las oficinas del Consejo Nacional Electoral para conversar con algunos de sus magistrados sobre un tema concreto: revivir a la Nueva Fuerza Democrática.

Ese movimiento, que nació en 1990 y que en su momento logró 8 escaños en el Senado de la República, fue determinante, junto con las bases conservadoras y los enemigos del samperismo, para que Pastrana fuera Presidente de 1998 al 2002, luego de haber visto cómo en el 94 el cartel de Cali y su máximo aliado, el Partido Liberal, le robaron descaradamente las elecciones.

La Nueva Fuerza Democrática, movimiento al que pertenecí en su momento, nació del interior del conservatismo como respuesta a una tendencia de modernizar el partido. Andrés Pastrana, quien en 1989 fue elegido el primer alcalde de Bogotá por voto popular, que tenía ascendencia en jóvenes y mujeres que antes no veían la política con buenos ojos, decidió, de la mano de otros líderes de origen conservador, crear dicho movimiento que se presentaría por primera vez al escrutinio de los colombianos en las elecciones legislativas de 1991.

Los resultados, para los que colaboramos al hacerle en su momento intensa campaña, fueron extraordinarios -y más en épocas aciagas en las que el liberalismo era una verdadera aplanadora-: más de 430 mil votos, 8 senadores y 12 representantes a la cámara. Nombres ilustres como los de Eduardo Pizano de Narváez, Claudia Blum de Barberi, Jorge Hernández Restrepo y Jaime Ruiz Llano acompañaron al mismo Pastrana en el Senado. 

La Nueva Fuerza Democrática se encargaría, junto con los candidatos elegidos, de las listas del Partido Conservador y del Movimiento de Salvación Nacional del gran Álvaro Gómez -a quien también apoyé durante varios años y a quien le guardo enorme cariño y respeto-de integrar un gran bloque de unos 27 senadores que le haría frente a personajes de triste recordación como Tito Rueda Guarín, Tiberio Villarreal, Víctor Renán Barco, Fernando Botero Zea, Carlos Espinoza Faciolince, David Turbay, Alberto Santofimio, Juan José García Romero, Ricaurte Lozada, Rafael Forero Fetecua, Samuel Alberto Escrucería, Jorge Géchem, Orlando Vásquez Velásquez, María Izquierdo, entre muchos otros, más los 9 senadores de la Alianza Democrática M-19. Escribir esta columna trae a mi memoria recuerdos vergonzosos de la política de aquellos años…

Ahora, muchos años después de que la Nueva Fuerza Democrática perdió la personería jurídica, Pastrana y algunos de sus amigos luchan por revivirla, con el objetivo de agrupar a viejos conocidos, hoy incómodos dentro de un Partido Conservador arrodillado a los pies del incompetente gobierno que tenemos, liderado por manzanillos desconocidos e ignorantes que no han podido entender que, por historia y estatutos, las banderas azules no podrían, por ningún motivo, apoyar al Socialismo del Siglo XXI; por el contrario, los ideales conservadores, los de verdad verdad, están llamados a combatir semejante adefesio. 

Bien lo decía Álvaro Gómez: “En Colombia hay más seguidores de las ideas conservadoras que Partido Conservador.” Durante años, ser godo ha sido un sino, para muchos una vergüenza, que sólo en los días de elecciones, en silencio y en secreto, podía ejercerse.

Yo no, soy godo desde los 10 años, desde las elecciones presidenciales de 1986 y todo aquel que me conoce sabe que ese es mi talante. Ahora, desde la oposición a un gobierno incapaz, mentiroso e indolente, espero que la Nueva Fuerza reviva y, junto con Salvación Nacional de Enrique Gómez, enfile baterías para defender esta democracia nuestra que se ha debilitado tanto con el mal llamado proceso de paz y con la elección de Petro.

Muchos de nosotros estamos necesitados de un liderazgo que nos convoque, que nos represente dignamente en estos momentos tan difíciles para Colombia. En momentos en que estamos en manos de delincuentes totalitarios, desafiantes y descarados. ¡Ojalá la Nueva Fuerza Democrática vuelva a la vida!

Por Jorge Eduardo Avila

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