“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también”. E. S. D.
En 1934, el dramaturgo y músico argentino, Enrique Santos Discépolo, acuñó esta frase en una canción, cuyo contenido no ha perdido vigencia. En un mundo donde 9 de cada 10 personas respira aire contaminado y 7 millones de ellas mueren al año por mala calidad del aire, dónde más de 2.600 millones (35% de la población) no tienen acceso al agua potable, 2.700 millones de mujeres (35%) enfrentan restricciones legales para optar los mismos trabajos de los hombres y menos de la mitad de los estudiantes en los países en desarrollo, no logra estándares mínimos de competencias educativas, y donde 26 personas tienen más de la mitad de la riqueza mundial no puede ser buen modelo económico. Algo está fallando en el capitalismo y en su fase superior, el neoliberalismo.
Recientemente, el Nobel de economía, el norteamericano Joseph Stiglitz, dijo que el experimento neoliberal (impuestos más bajos para los ricos, desregulación de los mercados laboral y de productos, etc.), ha sido un fracaso espectacular.
Dice que hay, por lo menos, tres alternativas políticas para sucederlo: el nacionalismo de extrema derecha (culpa a los extranjeros y a los migrantes de todos los problemas), el reformismo de centroizquierda (neoliberalismo con rostro humano) y la izquierda progresista (es lo que plantea Petro), es lo mejor, con cuatro prioridades: 1) restablecer el equilibrio entre los mercados, el Estado y la sociedad civil; 2) derivar la riqueza del saber; 3) ponerle límites al poder del mercado; 4) separar los poderes económico y político. Según Stiglitz, esta sería la mejor manera de solucionar los problemas de las naciones y del mundo.
Hoy, el nacionalismo de extrema derecha, representado en Trump, quiere imponer sus condiciones al mundo en forma unilateral, abusando de su condición de potencia de primer orden. La dictadura del petrodólar obliga a comercializar el petróleo solo en dólares de los EE. UU., y cada vez que algún país petrolero transa en otras monedas, los EE. UU., intervienen militarmente.
La máquina de emisión de la moneda norteamericana no tiene restricciones, obligando a sus países satélites, como lo son los de la Comunidad Europea, a comprar bonos del tesoro de los EE. UU.
Por fortuna para el mundo, la alianza comercial y tecnológica China-Rusia-India, con poder nuclear, secundados por Turquía, Irán, Corea del Norte, todo África y el G20, cambiará el orden económico mundial; ya están haciendo intercambio comercial con sus propias monedas y la China anunció que no comprará más bonos del Tesoro de los EE. UU., cuyo respaldo es solo el petróleo; si la China retira los 3.2 billones de dólares que tiene en las reservas gringas, esta economía se irá de bruces. Esta alianza tendrá su propio sistema operativo diferente a Google, generando una sana competencia tecnológica.
Según el más reciente reporte del FMI, ya la China es la mayor economía del mundo (18.75%), seguida por la Unión Europea (16.3%) y los EE. UU., (15.27%), en tercer lugar. Esta relación estaba prevista para el 2030 pero ya llegó. Además, Rusia y China tienen poder de veto en la ONU así que el chantaje se acabó.
Se espera mayor altruismo y equilibrio en los intercambios y correlaciones internacionales.