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Nuestro potencial

“Mientras la tierra exista, habrá siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, días y noches” Génesis 8:22

Por: Valerio Mejía Araujo

Inmerso, como he estado estos días en el tema de la racionalidad de la praxis en la tradición teológica latinoamericana de la liberación, y su opción fundamental por los pobres; me quedé pensando que las personas más pobres del mundo son aquellas que carecen de un sueño. Peor aún, las personas más frustradas del mundo son aquellas que tienen un sueño, pero que nunca llegan a realizarlo.
No importa cuán ricos o pobres seamos, que estratificación sea el barrio donde vivimos o que nuevas oportunidades se nos abren; todos tenemos sueños, a veces infantiles. La habilidad que poseen los niños para soñar, es un instinto natural otorgado por Dios. Debemos hacernos como niños, si queremos entrar en ese reino celestial donde los sueños se convierten en realidad.
Generalmente, estos sueños son manifestaciones visuales de nuestro propósito, semillas plantadas en el suelo fértil de nuestra imaginación. Desde muy temprano, cuando Abraham llegó a la tierra; Dios plantó una  semilla de esperanza y fe, relacionada con su descendencia; una noche lo llevó fuera de su tienda y le dijo: “Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas”  y frente a la perplejidad de Abraham, añadió: “Así será tu descendencia”. Abraham creyó y le fue contado por justicia, y fue ese compromiso de fe lo que hizo posible que fuese Abraham; padre de multitudes.
Dios nos dio el don maravilloso de la imaginación para que pudiéramos vislumbrar nuestro propósito en la vida y para activar las habilidades ocultas de nuestro interior.
El propósito es la razón por la cual algo fue hecho. Es el fin para el cual existen los medios. Es la fuente de los sueños y visiones que tenemos en el interior. Es la clave para nuestra realización personal.
Si el propósito de una semilla es producir árboles;  entonces, las semillas poseen la habilidad o el potencial de producir bosques gigantescos, cumpliendo así con ese propósito.
Nuestras vidas tienen el potencial para cumplir con su propósito. Pero, si en vez de liberarlo, le impedimos que salga, le estamos robando a nuestra vida, tanto el propósito como la realización. Cada uno de nosotros posee un tesoro increíble, manifestado en talento, habilidad, creatividad que se pierde por falta de valor para sacarlo a la luz. Vivir y servir con ello conlleva responsabilidad y generosidad; morir con ello revela irresponsabilidad y negación.
Todo en la creación fue diseñado para funcionar bajo el principio de la “siembra y la cosecha”, dar y recibir, liberar y recibir. Por eso, el potencial no liberado de nuestras vidas, se torna inútil, vano e inefectivo. Debemos comprender que el valioso depósito de potencial que Dios colocó en cada uno, nos fue dado para liberarlo, ofrecerlo, entregarlo y enriquecer la vida de otros. Cuando el potencial se guarda, se autodestruye; cuando se ofrece se potencializa. Ese potencial que tenemos dentro, alguien, en algún lugar, lo está demandando. No podemos atrevernos a dejar inactivo nuestro potencial, guardado en el cuarto del olvido;  inconscientes que otros lo necesitan y frustrados por haber fracasado en liberarlo. No culpemos a nadie, ninguna excusa puede justificar la destrucción de la semilla de potencial que Dios puso en nuestro interior.
Podemos llegar a ser lo que Dios quiere que seamos. Podemos alcanzar la visión que tenemos. Podemos lograr ese sueño que soñamos. Nosotros somos los únicos que podemos detenernos a nosotros mismos.
Amados, cambiemos nuestra actitud frente a la vida, hagamos un ambiente interior favorable para que las semillas de potencial que Dios plantó, germinen.
Valledupar y la provincia, necesitan lo que Dios depositó dentro de nosotros, para beneficio de las generaciones presentes y las futuras.
Querido Dios: Ayúdanos a liberar nuestro potencial para beneficio de todos. Amén.

Abrazos y muchas bendiciones.

valeriomejia@etb.net.o

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