Por: Valerio Mejía Araújo
“Hubiera yo desmayado, si no creyera que he de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivientes”
Salmos 27:13
Dios sabe cómo hacer las cosas, aún cuando parece que no hay cómo hacerlas.
Dios ha puesto promesas en cada corazón. Todos tenemos sueños y deseos, cosas que queremos lograr, situaciones que queremos cambiar; pero con mucha frecuencia, renunciamos a esos sueños porque toman demasiado tiempo, o porque intentamos y fracasamos, o porque tuvimos una desilusión, o porque alguien no nos trató bien.
Tal vez nos hemos vuelto conformistas, tal vez no estamos buscando lo que Dios ha puesto en nuestro corazón. Pero hoy quiero animarte a que aticemos de nuevo el fuego. A que nos llenemos de esperanza.
Es posible que las cosas estén tardando mucho, pero Dios es un Dios fiel. Dios ha dicho que no importa cuánto tiempo haya pasado, que no importa qué tan imposible parezca; si no perdemos la fe, llegará nuestro momento.
Creo que este es un tiempo para creer que ha llegado nuestro momento.
El rey David, había colocado a Dios, quien era su esperanza, por su habitación. Es decir, se había mudado a la tierra de la esperanza. Había tomado la decisión de salir de la tierra de los “imposibles”, de los “no se puede”, de eso “nunca pasará” y se había mudado a un nuevo vecindario, a la tierra de la esperanza, a una tierra de fe, a una tierra en donde sabemos que cualquier cosa es posible, a un lugar donde sepamos que nuestro momento está por llegar.
Esto hace menester mantener una actitud de fe y de expectativa sin permitir que los malos momentos nos cambien el significado y propósito en la vida; sino llenándonos de fe y esperanza, creyendo que nuestro mejor momento es ahora y que somos triunfadores y no victimas. Insisto que si no perdemos la fe, Dios podrá llevarnos a donde debemos estar.
El Evangelista Lucas, nos cuenta de un hombre justo y piadoso que esperaba la consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba con él, llamado Simeón. A quien Dios le había dicho que “no moriría sin antes haber visto el nacimiento de Cristo”.
Simeón tuvo que rechazar todo pensamiento negativo y creer que su momento estaba por llegar, porque Dio le había dado una promesa y no iría a la tumba antes de verla cumplida. Seguramente se levantaba cada mañana creyendo, esperando, expectante, durante unos veinte años, hasta que vio cumplirse su promesa.
Dios nos habla a todos de la misma manera en que le habló a Simeón. En lo más profundo de nuestro ser tenemos sueños que sabemos que se convertirán en realidad antes que abandonemos este mundo.
A veces, mientras más crecemos y más oramos, menos probable parece. Así es fácil aceptar y dejar morir la semilla antes de que germine. Pero creo que lo sabio será imitar a Simeón: Sin importar cuánto tiempo haya pasado, sin importar qué tan grande sea la tentación de dar paso al desánimo, debemos levantarnos cada mañana y decir con mucha fe: “¡Nuestro momento está por llegar! La promesa está en nosotros y no moriremos hasta que se haya cumplido”
Es posible que algunos piensen que ya todo ha pasado. Tal vez alguien crea que ha cometido demasiados errores, o que ya tenemos demasiados años. Pero nunca es demasiado tarde, si mantenemos viva nuestra fe, este puede ser nuestro momento.
Dios puso una promesa en Moisés, la promesa que liberaría al pueblo de Israel, pero Moisés cometió un gran error. Mató a un egipcio y tuvo que huir para salvar su vida. Pasaron cuarenta años y parecía como si para él todo hubiera terminado. Parecía que ya no había nada que hacer. Pero Dios nunca aborta un sueño. Nosotros podemos darnos por vencidos, podemos posponerlo, pero la semilla que Dios plantó en nosotros no muere jamás. Cuarenta años después, cuando Moisés ya tenía ochenta, Dios regresó y le dijo: “Moisés, éste es tu momento”.
Podemos haber cometido errores. Podemos haber desperdiciado algunas buenas oportunidades. Seguramente que todos lo hemos hecho -todos tenemos nuestros fracasos y derrotas- La buena noticia es que Dios nunca nos descalifica. Dios nunca nos tacha de la lista. Al contrario, La Escritura nos anima a avivar la llama. A los ochenta Moisés vio que su hora había llegado.
Todos tenemos sueños aún por realizar. Mantengámonos llenos de esperanza. No nos conformemos con pensar que nuestros sueños nunca se harán realidad. Dios trabaja ahora mismo tras bambalinas haciendo los arreglos para que nuestros sueños prosperen y las cadenas de la mediocridad, el fracaso y la desesperanza se vayan rompiendo.
Aun te podría parecer que tus sueños ya están muertos, pero Dios puede resucitar hasta los sueños muertos. Si lo hizo para Moisés, lo puede hacer para nosotros hoy.
Amado amigo lector, levantémonos cada mañana y digamos con mucha fe: “Nuestro momento está por llegar”. Si lo reconocemos de esa manera, creo que, al igual que Simeón, antes de abandonar esta tierra, veremos que Dios convierte en realidad cada uno de los sueños que Él ha puesto en nuestros corazones.
Dile conmigo: “Gracias Dios por hacer realidad cada sueño. Gracias porque este es nuestro momento de gracia. Amén”
Te mando un abrazo en Cristo…
Valeriomejia@etb.net.co