Ha sido un gran avance en el conocimiento de nuestra historia la cátedra Álvaro Araujo Noguera de la Universidad Popular del Cesar, con el apoyo de radio Guatapurí. Semana tras semana un estudioso de nuestros pasos en el tiempo va exponiendo un tema que aborda esas luces y sombras de la región, desde el origen indígena, los momentos de la conquista y la aparición de España, la del África, de la catequización y el papel de la iglesia católica, el mundo colonial, el de la independencia y los gobiernos territoriales bajo la república, la vieja y tradicional actividad ganadera ocupando las infinitas tierras, la independencia, las raíces y troncos familiares; en fin, se han ido dibujando en sepias imágenes.
No todo pudo abordarse en escaso horizonte de tiempo y siempre habrá posibilidades de completar y mejorar. Es una visión retrospectiva, de la historia, que no puede ser obnubilada por juicios sobre acontecimientos recientes de la política de nuestra época o por la discutible situación de inestabilidad que hoy afronta la universidad convocante.
No han existido en nuestro medio -salvo pocas excepciones- historiadores, ejercicio que supone no solo una técnica y una pasión, sino un patrocinio de investigación que solo algunas universidades asumen, como en nuestro ámbito la Universidad Nacional, o las universidades estadounidenses o británicas. Algunos lo han hecho en esta provincia, entonces el departamento del Magdalena, principalmente desde Santa Marta que fue la capital, iniciando con los cronistas y curas de Indias. Listaríamos una bibliografía comentada de las publicaciones pero nos concentraremos en el mensaje que queremos dejar.
La historia regional ha estado influida por la tradicional que es la del registro de los hechos pero no del análisis de los mismos, ni de los movimientos políticos y socioeconómicos que les subyacían. Es la historia de mitos e hitos, de sesgo conquistador como la historia misma de la tradicional leyenda vallenata en la que los indígenas son ‘los malos’, o de la contribución de María Concepción Loperena al entregarle unos caballos al libertador.
Pero, entre otros, no conocemos hechos económicos como las exportaciones del Palo de Brasil, el comercio con Mompox, la navegación en el río Cesar, los abundantes acontecimientos en el viejo Magdalena de la guerra de Los Mil Días, la importancia de poblaciones como Valencia, Villanueva o Chiriguaná, que fueron las más importantes, la ‘civilización’ que familias del sur de la Guajira hicieron de las tierras entre La Paz y Chiriguaná más recientemente, de cómo se vivieron las guerras mundiales incluido el papel de poblados como Pueblo Bello, el histórico levantamiento arhuaco contra la misión capuchina. Un capítulo no estudiado, verbigracia, fue el del impacto de Alfonso López Pumarejo, y su Revolución en Marcha en Valledupar, cuando familias tradicionales que acogieron sus banderas, por familiaridad, y lealtad al liberalismo, coincidiendo con el ascenso de la derecha populista totalitaria y los albores de la II guerra en Europa, eran tildadas de comunistas.