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Nostalgia por el dinero fácil

El anuncio de Gustavo Petro de suspender la contratación para exploración petrolera, si logra la Presidencia de la república, ha causado escozor en la mal llamada clase dirigente del país, acostumbrada al festín de las regalías con el cual, mediante los denominados elefantes blancos, operan como caballos de Troya en el Presupuesto General de la Nación; el saqueo es desbordado y ha minado transversalmente el saco ético de la sociedad. Todos quieren ser ricos sin trabajar y perder ese privilegio produce nostalgia. 

La propuesta de Petro no es caprichosa, ni unilateral y mucho menos populista; se ampara en las nuevas tendencias mundiales de reemplazar las energías no renovables, efecto invernadero, por energías limpias renovables. La reunión COP26 en Glasgow, aunque tímida, fijó metas sobre el calentamiento global y a eso apunta GP. Se fundamenta en dos aspectos básicos, el primero, la conservación del planeta y el segundo la necesidad de crear riqueza mediante la producción real, no a base de commodities como lo son los combustibles fósiles y la minería.

En los EE.UU y en la Comunidad Europea a partir de 2035 no fabricarán más motores de 4 tiempos; este plazo conmina a la humanidad a ir acomodándose a las nuevas matrices energéticas. La transición de 12 años establecida por Petro se ajusta a esta nueva realidad y es el único de los candidatos presidenciales que lo viene proponiendo hace algunos años. Si ya estamos en la 4ª revolución, el petróleo es la edad de piedra. 

Colombia se acostumbró a que gran parte de su presupuesto proviniera de las regalías, la vida muelle, que reemplazaron a la estructura de producción que traía pero que los tratados internacionales destruyeron. Además, las reservas probadas de petróleo se agotarían antes de estos límites y los precios tenderán a la baja; es el momento de reconstruir nuestro aparato productivo. Es carreta decir que sin el petróleo no tendremos cómo financiar el sostenimiento del país, antes de este ya se hacía. Ejemplo: comparémonos con Corea del Sur y Singapur, dos países que quizás no cuentan siquiera con una piedra caliza pero que construyeron su economía apoyados en el saber. En 1980, el PIB de Colombia fue el 51 % de Corea y 2.8 veces el de Singapur; en 2020, fue el 16.7 % de Corea y el 78 % de Singapur. 

En 40 años, la economía coreana se multiplicó por 18.4 veces, la de Singapur por 28.6 veces y la de Colombia solo por 8.1 veces. Mientras tanto, el PIB per cápita de Colombia, en 1980, frente a Corea y Singapur fue 72.4 % y 25.2 % respectivamente, ya en 2020 esta relación bajó a 16.9 % y 8.9 %. 

En ese periodo, Corea y Singapur crecieron, en forma respectiva, a tasas medias anuales de 8.4 y 8.7 %; Colombia solo 5.4 %. En esos países gobiernan sin falacias, con objetivos claros y suma transparencia, en Colombia hay una rapiña. El DNP nunca ha medido el impacto de las regalías sobre el crecimiento económico del país y solo ahora está diseñando un indicador diciendo que por cada $9 billones de regalías, el PIB se incrementaría 1 % y se generarían 193.000 empleos (elasticidades), pero este aún no se ha validado. 

¿Por qué esto no se había hecho antes? Porque no planifican, disparan en la oscuridad. El Cesar, después del Meta, es el departamento que más regalías recibe y, sin embargo, sus indicadores socioeconómicos son desastrosos. Hoy existen más de $775 mil millones invertidos en proyectos sin culminar (EL PILÓN), muchos sin priorización. ¿Entonces, para qué regalías?

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