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Nos veremos en misa

“No es pobre el que tiene poco sino el que mucho desea, a veces se gana y a veces se aprende”.

Dormitó en una banqueta del parque hasta que la particular calma le despertó y la oscuridad protectora lo animó a trepar el muro de la casa elegida, descendió en un patio interno a casi de cuatro metros de altura, permaneció inmóvil un rato; escuchando, oliendo, analizando el desconocido lugar que ambicionaba recorrer con la intención de sustraer por lo menos un elemento de valor que receptara el habilidoso comerciante-reducidor del barrio y le abasteciera algún dinero.

Sigilosamente esculcó todo, rebuscó en la sala, anduvo por la cocina y se tomó el jugo de naranja dispuesto en la vetusta nevera surtida por dos jarras plásticas con agua. No logró relacionar objetos de valor, ni una porcelana, reloj, caja fuerte, dinero, televisor y nada, ni computador. Lentamente con mucho sigilo ingresó al cuarto donde alguien dormitaba, arrullado por el reconocido ruido de un viejo ventilador que intentaba amainar la ola de calor a eso de las dos de la mañana.

Tampoco detectó cosa alguna de ganancia y precio, entonces pesadamente retrocedió, buscó la salida, había perdido horas valiosas en una casa sin riquezas materiales a la vista, buscó por donde evadir ese encierro asfixiante y esa extraña modorra causada por el silencio y los resoplidos del clérigo del barrio, que dormitaba en ese cuarto mientras lograba adaptar uno confortable en la casa-cural de la iglesia en construcción por orden del obispo.

El frustrado ladronzuelo a punto de entrar en pánico y desesperación golpeó en la puerta del dormitorio. El cura saltó desde la cama inquiriendo, ¿Quién?, y le respondieron -Yo-, abrió la puerta, se miraron a los ojos y gritaron ateridos. Dioselino pensaba rápido y no hallaba respuesta, solo oía un clamoreo, -amigo colabóreme, vine a robar y no hay nada que valga, ahora no encuentro salida, estoy cansado y adolorido, quiero irme a mi rancho así no les lleve nada-.

Dioselino el cura, más que sorprendido, aturdido y somnoliento buscó las llaves destrabó la cerradura y le dispuso la salida al ratero que le dijo: -tíreme una liga compa, mire que estoy jodido-. Dioselino le reveló quien era, el manilargo prorrumpió en sollozos, le pidió una bendición, agradeció con un gesto y le dijo alejándose apresuradamente: -nos vemos el domingo en misa. Pensativo quedó el párroco: -bueno, en la mañana hago ayuno ahora me tomaré el juguito para pasar el susto-.

La sociedad evoluciona muy rápido, ya no se conoce de curas y ladrones parecidos, el cambio es inminente hacia acciones mas violentas.
@SUAREZALFONSO

Periodista: