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¡Nos falta mucho!

Acabo de regresar del Congreso Nacional de Empresarios, organizado por Fenalco en la ciudad de Cali, este es mi tercer congreso desde que presido su junta directiva y en cada uno luego de llegar a casa siento la misma sensación que produce cuando vas al almacén de zapatos, sabes que es hora de cambiar los que llevas puestos porque a pesar que se ven en buen estado el hecho de ver los nuevos te hace caer en la cuenta que es hora de cambiarlos; dicho de otra manera, nadie extraña lo que nunca ha tenido y una vez lo prueba ya no quiere vivir sin ello.

Causa envidia de la buena encontrar en cada uno de esos eventos delegaciones de empresarios que llenan vuelos completos, copan la capacidad hotelera y agotan los cupos de los auditorios, y no es para menos, cuando uno ve el nivel de los asistentes fácilmente puede deducir por que sus ciudades y sus regiones están en el lugar que ostentan y por qué tienen el nivel de influencia en la toma de las decisiones que afectan sus regiones, y no solo eso sino la calidad de los expositores e invitados en cada una de los foros que permiten a los empresarios no solo saber para donde va el país en todos los ámbitos especialmente en términos de mercado sino también de negocios. Este tipo de eventos son enormes vitrinas que pueden convertirse eventualmente en la consecución de aliados, nuevos clientes o encontrar aquello que busca o alguien tiene lo que otro necesita, en síntesis, los réditos que tiene un empresario que asiste a este tipo de eventos son incalculables pero lo que sí es claro es que tiene muchísimas más oportunidades que aquel que no va.

Pero más allá de que los empresarios nuestros no asistan a estos espacios, el verdadero mensaje está en la pobre capacidad que tenemos para reconocer que en la asociatividad está el éxito y precisamente es lo que hoy tiene al departamento y a su capital en las condiciones actuales, sea válido decir que el fenómeno se vive en toda la costa atlántica, pero para nuestro caso la situación ya es crítica puesto que los modelos de planeación (Que son pobres o inexistentes) quedaron en manos de los funcionarios del orden municipal o departamental y uno que otro del orden nacional que se inspire y se invente algo para la región.

Así suene a disco rayado, debo repetir hasta el cansancio que dejamos que una subcultura de la mediocridad, el déjame estar y el pesimismo se apoderara de toda la ciudadanía y de todos los liderazgos, y los actuales actores políticos de una manera perversa se dieron cuenta y entendieron que si el sector gremial se fortalece y asume la iniciativa de influir y de tener la capacidad de poner en el escenario regional un discurso coherente que logre contagiar al ideario colectivo sencillamente sus estructuras de poder que están pegadas con babas no lo resistirían pues su imperio se cae como castillo de naipes cuando sacas una carta de la base; así pues, muy estratégicamente y emulando al príncipe de Maquiavelo empezaron a generar divisiones al interior de los gremios a tal punto que resultó muy evidente que algunos de sus representantes adoptaron posturas individuales respaldando o simpatizando con una u otro proyecto político que si bien es cierto no tiene nada de bueno o de malo si se puede deducir fácilmente que la estrategia del “divide y reinarás” surtió el efecto deseado, ojalá y las organizaciones gremiales (Incluyéndome) logren resistir el embate feroz de las aplanadoras electorales.
El individualismo, el egoísmo y el “si no puedes con tu enemigo, únete a él” hicieron mella en la sociedad vallenata, escuchar a empresarios de altísima representatividad que “no hay nada que hacer, que ya estamos en una sociedad corrupta y que más allá de lo que pudiésemos hacer nada cambiará nuestra suerte produce una enorme tristeza y una atmósfera de angustia que no podemos permitir se reproduzca.


Lo peligroso de estos escenarios es que las narrativas se convierten en credo cuando tienen la capacidad de ser amplificadas y estratégicamente sembradas en el ideario colectivo, por eso cooptan ágilmente todos los medios posibles de opinión y cualquier voz disonante que intente así sea con argumentos contradecir esa narrativa, es aplastado con alevosía. Salir de este marasmo de liderazgo nos llevará décadas y para acercarnos a los niveles de Antioquia o Valle del Cauca nos falta mucho.

Por Eloy Gutíerrez

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