Debía ser en la madrugada, para que nadie en el barrio San Joaquín se enterara. Así, dos enamorados, que vivían a solo tres cuadras de distancia, se encontraron el 31 de diciembre a las seis de la mañana en la Iglesia Tres Avemarías de Valledupar, donde se dieron el “sí” para toda la vida hace 36 años. Era tan temprano que en las fotos de ese día pareciera que era de noche aún.
“Él estaba casi desde las 3 de la mañana vestido de un traje gris prestado, esperando en la puerta de la iglesia”, dice Juanita, la novia, aún asombrada después de tantos años, entre risas. Joaquín, el novio, confiesa que no podía dormir, temiendo que ella no llegara. Siempre ha imaginado el peor escenario, pero en esa ocasión, tras aceptar pasar la vida juntos, pensó que nada malo podría suceder a su lado.
“Yo había mandado a hacer el vestido, pero no le mencioné a ella (la modista) que era para casarme. Lo hice como si fuera un vestido normal, para que nadie sospechara, ya que nuestro plan era mantenerlo en secreto. No sé cómo se corrió la voz; quizás se lo dije a alguien sin querer. El caso es que, al final, llegaron a contárselo a mi hermana, y eso causó un gran revuelo. Prácticamente todo el barrio se enteró de que íbamos a casarnos, incluso mi mamá”, relató la novia, recordando el inesperado alboroto.
Ella vivía en casa de sus padres, y era casi imposible que nadie se enterara de que una joven enamorada salía vestida de blanco, con un ramo y una corona en el cabello, rumbo a la iglesia. Los testigos fueron otro asunto: surgieron en el camino, pidieron ayuda a amigos, despertaron a vecinos y llamaron a personas de confianza. Finalmente, dos buenos samaritanos madrugaron y se quedaron con ellos ante el padre de la iglesia.
Algo de planeación
Como toda pareja de ayer y hoy, los futuros esposos debían realizar catequesis católica. Esta tarea fue asumida por Víctor Meza Bornachera, exrector del Colegio Nacional Loperena, quien transmitió su devoción por la religión católica enseñando a las jóvenes parejas los secretos del matrimonio.
“El rector del Loperena, que era catequista, nos decía que los esposos debían comprarle todo a sus esposas. Él compraba a su mujer desde la pantaleta, haciendo una representación como si agarrara una en el aire y la moviera de un lado a otro”, compartieron entre risas los esposos.
Las catequesis comenzaron en noviembre, pero encontrar un espacio para la liturgia resultó complicado. Tradicionalmente, las parejas desean casarse en diciembre, y todas las fechas estaban reservadas desde las 6 de la mañana hasta las 9 de la noche.
“Todas las fechas estaban ocupadas, ocupadas, ocupadas. Entonces el novio me dijo: ‘Si no nos casamos este año, no nos casamos’ (imita su voz y tono). Finalmente, nos informaron que había una fecha disponible el 31 de diciembre a las 6 de la mañana. Ese día, supuestamente había dos matrimonios programados, pero los otros nunca aparecieron”, relató Juanita.
Una historia de 36 años
De la pareja que quiso casarse a escondidas de sus padres en San Joaquín no queda nada. Ambos coinciden en que el matrimonio no fue como lo imaginaron en su juventud. Encontraron trabajo en el sector educativo y criaron con amor y reglas a sus dos hijas.
Aseguran que nadie está preparado para la vida en pareja; la paciencia es el ingrediente principal para perdurar. Juanita enfatiza que el respeto es fundamental: “Lo principal que uno debe tener en la pareja es el respeto por el otro y por uno mismo. Si no hay respeto, ¿cómo puedes admirar a la persona?”.
Joaquín, tras 36 años juntos, afirma que lo volvería a hacer todo con ella: “Soy una persona mucho más madura, responsable y comprometida. No cambiaría nada porque me correspondió una buena mujer, una buena esposa, una buena compañera”. Además, aconseja que “una relación de pareja no es fácil, ya que son dos personas con pensamientos distintos. Lo importante es alimentar ese amor constantemente para que, cuando lleguen los tropezones, y van a llegar (hace énfasis con la voz), no se pierda y la relación no acabe”.
Por: Katlin Navarro Luna/EL PILÓN