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Nobel de Paz

“El Comité Noruego del Nobel ha decidido dar el premio Nobel de la Paz de 2016 al Presidente de Colombia Juan Manuel Santos por sus esfuerzos resolutos y valientes para poner fin a la guerra civil del país de más de 50 años de duración”, fueron las palabras iniciales de la intervención de la vicepresidenta del Comité Noruego del Nobel, Berit Reiss, durante la entrega del galardón al presidente Juan Manuel Santos Calderón.

Contra todos los pronósticos y bajo una lluvia de críticas, el presidente Santos logró obtener el preciado galardón, el trofeo que lo acredita ante el mundo entero como un gestor de paz, que sorteó todas las dificultades –las políticas las más duras- y contra viento y marea se sostuvo incólume en los diálogos que durante seis años lideró desde el Gobierno Nacional con los jefes de la guerrilla de las Farc, grupo armado con el cual firmó un Acuerdo de Paz definitivo el pasado 25 de noviembre.

Santos Calderón representa para algunos lo mismo que su apellido: un ‘santo’ que ha hecho el milagrito de la paz, y para otros todo lo contrario, un ‘diablillo’ que ha hecho y desecho solo por conseguir el Nobel de Paz.

Hoy con el Premio Nobel de Paz ya en manos del presidente Juan Manuel Santos las cosas pintan de otro color y es el momento para que haya una reflexión a conciencia sobre el rol que cada colombiana debe jugar en este escenario de paz. ¿Colombia retrocederá si se firma la paz y se implementa el acuerdo, aun pasando por encima de los resultados de un Plebiscito que dijo NO? ¿Estamos seguros que será peor el remedio que la enfermedad? ¿O es que todavía algunos sectores y ciudadanos no aceptan que llegó el momento de buscar otro camino?

Le apostamos a la paz, por supuesto, le apostamos al trabajo en equipo, transparente, sin corruptos, hecho a pulso, con esfuerzo y compromiso. Esta fórmula seguro que da un resultado bueno, no el perfecto, pero sí mejor de lo que hay hoy.

Por eso son tan valiosas las palabras de la señora Reiss: “El premio va destinado al presidente Santos únicamente, pero también se debe entender como un tributo al pueblo colombiano – un pueblo que a pesar de grandes penurias e innumerables abusos nunca ha perdido la esperanza de una paz justa”.
Y esa paz justa es la que nos debe unir en adelante para superar esas penurias y usar esa esperanza para encontrar un equilibrio social.

El Premio Nobel de Paz otorgado al presidente Santos fue anunciado, como lo expresó el Jefe de Estado ayer en Oslo, “En un momento en que nuestro barco parecía ir a la deriva… fue el viento de popa que nos impulsó para llegar a nuestro destino: ¡el puerto de la paz!”.

Es un Nobel que se extiende a los 50 millones de colombianos, “pero especialmente a las más de ocho millones de víctimas y desplazados cuyas vidas han sido devastadas por el conflicto armado, y más de 220 mil mujeres, hombres y niños que, para nuestra vergüenza, han sido asesinados en esta guerra”.

Dijo Santos: Hay una guerra menos en el mundo, ¡Y es la de Colombia! Esa frase sonó especial y es lo que se espera, que la guerra desaparezca porque “El sol de la paz brilla –por fin– en el cielo de Colombia. ¡Que su luz ilumine al mundo entero!

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