Por Luis Napoleón de Armas P.
“Que la medicina sea tu alimento, y tu alimento sea la medicina”. Hipócrates.
Después de dos semanas de ausencia de esta columna, regreso con gran preocupación por las tendencias de la Academia de Ciencias de Suecia, responsable del otorgamiento de los premios Nobel.
La primera desviación se dio con el Nobel de Paz otorgado a priori al presidente Obama, el galardón precursor de esta academia. Ahora, se confirma hacia donde quiere orientarse el albacea de las intenciones de su fundador, el físico Alfredo Nobel, quien, después de haber descubierto la fórmula de la letal dinamita, TNT, hizo un acto de profunda contrición reivindicativo con la humanidad por los posibles daños que su creatura le causaría.
Esta premiación ha pasado inadvertida, pasó de agache, tal vez, para opacar las críticas de ambientalistas y científicos. Pero la Comunidad Científica y Ambientalista del mundo ha protestado por los crímenes que, contra la naturaleza ha cometido esta multinacional que juega a ser dios, mediante una tecnología mortífera que bien pudiera llamarse tanatotecnología.
Monsanto es el principal productor mundial de poderosos insecticidas y bactericidas, recordemos el glifosato, y paralelamente, ha incursionado en la manipulación genética de especies, cruzando genes de varias de ellas con el argumento enmascarado de crear más resistencia y productividad a productos del orden agropecuario.
Pero se sabe, que el problema no es de suficiencia alimentaria sino de acceso a los mercados. Los productos transgénicos o genéticamente modificados (GM) son un nuevo paradigma agrícola, en función de la durabilidad, la productividad y rentabilidad de los productos, así como de su presentación en las vitrinas de las cadenas de almacenes.
Todo esto es un sofisma; las propiedades atribuidas a los GM producen un círculo perverso porque nuevas plagas y malezas aparecen que requieren insecticidas mas poderosos, cada vez; por eso, desde hace cien años ha desaparecido el 75% de la diversidad agrícola y ya los productos no tienen las propiedades organolépticas de los originales; no sabe igual el banano de Urabá que el cultivado orgánicamente por nuestros campesinos.
Es probable que muchos de los GM que consumimos tengan algún gen de cucaracha buscando adaptabilidad a cambios climáticos. ¡Asqueroso! Estas prácticas se han legalizado con los TLC; ya no se podrá sembrar semillas propias; los decomisos de70 Tm de maíz semilla autóctona en el Huila (res. 970 ICA), anuncian el vasallaje al cual han de someterse nuestros campesinos, todo por Monsanto.