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No voy más

Con el corazón repleto de emociones y reflexiones, hoy redacto la última de las casi treinta columnas que durante el último año he compartido con ustedes, ciudadanos y apasionados de nuestra Valledupar. 

Este ejercicio semanal ha trascendido de ser un simple acto de expresión para convertirse en un viaje compartido, un diálogo continuo y una exploración colectiva de los desafíos, las oportunidades y los sueños que dan forma a la identidad de nuestra ciudad.

A lo largo de estas treinta semanas, he vertido para ustedes mis pensamientos en cada columna, buscando en cada palabra y cada línea capturar la esencia de nuestra Valledupar, sus luces y sombras, sus esperanzas y retos. Hoy, entre un poco de melancolía y mucha esperanza, me dispongo a plasmar la última de estas columnas. 

No es una despedida. Es solo un cambio, un paso necesario. Por respeto a los demás candidatos y en aras de la equidad, he decidido que esta será mi última columna en El Pilón. Sería una ventaja injusta continuar publicando comentarios sobre los debates que con ellos se irán generando en esta última recta hacia la alcaldía.

En nuestras conversaciones, hemos viajado desde la inquietante e intimidante oscuridad de la Tramacúa hasta la polémica y excluyente ampliación de la frontera de la reserva forestal de la Sierra Nevada. Hemos explorado las posibilidades de la energía solar para iluminar nuestros hogares y nuestros futuros. Hemos hablado de la seguridad y de cómo la planeación urbana puede ser una aliada en la construcción de una ciudad más segura. 

También hemos abordado el Festival Vallenato, tanto en su esplendor como en su reverso oscuro, su ‘traquetización’. Hemos discutido cómo la construcción puede ser la cuna de oportunidades de empleo y, finalmente, cómo el deporte puede ser un catalizador de unidad y salud en nuestra ciudad. Hemos expresado con firmeza nuestra preocupación por la ola de asesinatos que azota la ciudad y acaba sobre todo con líderes comunales. Por supuesto, no nos olvidamos de nuestro río Guatapurí, de sus necesidades y exigencias a EMDUPAR.

En cada uno de estos temas, mi intención ha sido siempre la misma: elevar el debate, poner en primer plano las ideas y las propuestas, y evitar caer en la trampa de las disputas personales. Las personas y, por ende, los candidatos a la alcaldía somos efímeros. Pero las ideas que cada uno de nosotros sembramos y las obras que realizamos son las que perduran, las que trascienden nuestra existencia y se transmiten de generación en generación. Por ello evito la discusión sobre los individuos; en el largo plazo, no hay nada más inútil.

Mientras me preparo para oficializar mi candidatura a la alcaldía de Valledupar este sábado 29 de octubre, aprovecho esta última columna para recordarles algo fundamental: el debate político no debe ser un enfrentamiento de personalidades, ni de egos, sino un intercambio de ideas. Esas ideas son las que van a transformar nuestra ciudad, las que pueden convertir los retos en oportunidades, las que pueden cambiar nuestro futuro.

En lugar de preguntar qué candidato es el más carismático, el más popular o el más controversial, pregúntense: ¿qué ideas son las que más le convienen a Valledupar? ¿Qué propuestas pueden transformar nuestra ciudad para mejor? ¿Cuál candidato guarda más coherencia entre el decir y el hacer? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer, cada uno de nosotros, para pasar de la ideación a la realidad?

Al final del día, Valledupar no es solo la ciudad de los acordeones, de los vientos y de los soles. Es la ciudad de la gente, de los sueños y de las oportunidades. Es la ciudad donde cada uno de nosotros puede dejar un legado, puede hacer una diferencia, puede cambiar el futuro.

Lo dicho. Me despido de estas columnas semanales, mas no me despido de ustedes ni de nuestro compromiso común con Valledupar. Al contrario, es un nuevo comienzo, una nueva oportunidad para trabajar juntos, para soñar juntos, para construir juntos de frente y sin miedo.

Un nuevo comienzo que para mí empieza este sábado, a las 9:00 de la mañana, con la inscripción de mi candidatura a la alcaldía de Valledupar. Es un sueño que entraña una deuda por pagar con un territorio que me lo ha dado todo, y que se lo merece todo, por la nobleza de su gente, por sus formidables fortalezas endógenas que bien podrían erigirla como la capital caribe de la energía solar y como un centro de servicios logísticos, turísticos, de salud, educación, oportunidades infortunadamente desaprovechadas por los últimos gobernantes. Es hora de honrarla, dándole el lugar que se merece en la órbita regional y nacional. 

Ese es un legado que vale la pena dejar.

Adenda: mis agradecimientos a los directivos de El Pilón por abrirme sus espacios. 

Categories: Columnista
Camilo Quiróz: