Por segundo año consecutivo Valledupar no ha hecho gala de su máxima fiesta: el Festival Vallenato. Las calles vacías por las medidas decretadas por la autoridad municipal, con el fin de proteger la vida y la salud de los ciudadanos, acentúan la ausencia sentimental. Las piloneras no alegraron las principales vías y tampoco se vieron los turistas agobiados por el sol bailando al son de la puya. Hoy todo es incertidumbre, tristeza y miedo ante el aumento del número de contagios y fallecidos que dejaron de ser datos de las encuestas para adquirir la cara y el nombre de familiares y amigos cercanos.
En medio de la crisis y los momentos difíciles, las artes y la cultura asumen el papel de salvavidas de la humanidad. Esta vez no ha sido la excepción, por esa razón la Oficina de Cultura de Valledupar entrevistó a los reyes vallenatos Alfredo Gutiérrez, Fernando Rangel, Gonzalo ‘El Cocha’ Molina, Hugo Carlos Granados y Beto Villa para conocer más de cerca las historias de superación y perseverancia que se encuentran en las carreras profesionales y artísticas que han escrito las páginas más gloriosas del folclor vallenato. Esas entrevistas son un repertorio de buenas historias vallenatas.
Por otra parte, trabajando en conjunto con la Red de Danzas de Valledupar, se celebró en la virtualidad el Día Internacional de la Danza con talleres formativos para niños y jóvenes, encuentros académicos y una gala dancística que demostró que esta tierra es fértil para todo tipo de manifestaciones artísticas.
Para culminar la semana de abril sin Festival, la Oficina de Cultura adelantó un conversatorio que giró en torno de la Virgen del Rosario y la Leyenda Vallenata, la festividad religiosa que sirve de base a la fiesta de acordeones, en el que participaron David Triguero Berjano, restaurador de Bienes Muebles Culturales de la Universidad de Sevilla; el padre José Enrique Muñoz, párroco de la Protocatedral Nuestra Señora del Rosario, y Carlos Liñán Pitre, jefe de la Oficina de Cultura. Este evento giró en torno a la imagen mariana de origen español que tenemos en la ciudad y que data de mediados del siglo XVI, una joya de imaginería religiosa que podría impulsar el turismo religioso y cultural de la región.
Son eventos oportunos los que se tuvo a bien desarrollar para ilustrar a los vallenatos y curiosos de la historia musical y religiosa de la ciudad. Ejecutando actividades para no dejar pasar el sentimiento que emerge en abril, aunque esta primavera sea no la del agua de las lluvias que alegra la flora y entusiasma a la fauna sino la de lágrimas de nostalgia de los certámenes que no fueron, como el Festival, y de tristeza por los que se han ido, entre ellos una constelación de compañeros comunicadores y periodistas, de los que no nos podemos ni debemos olvidar.
Buena noticia, decir que el Festival no vino a divertirnos pero no estuvo solo gracias a la Alcaldía y la Casa de La Cultura de Valledupar y a la selecta audiencia que lo acompañó.