“No tengo cómo”

Foto referencia de elecciones.Foto referencia de elecciones.

Foto referencia de elecciones.

“No tengo cómo”. Esa es la respuesta que siempre recibo de los políticos cuando les solicito una gestión propia de su competencia. La paciencia tiene límites. Tres palabras que resumen, con desparpajo, la desconexión entre los cargos públicos y sus verdaderas responsabilidades. ¿No tienes cómo? ¿Y entonces para qué querías ser elegido? ¿Para qué las promesas, los discursos apasionados y los abrazos en las calles? Porque cuando se está en campaña, parece que todo es posible: son omnipotentes, omnipresentes y omniscientes.

Pero una vez en el poder, la memoria se esfuma, y en su lugar aparece la excusa perfecta: “no tengo cómo”.

Esta frase no es solo un acto de sinceridad tardía, es un reflejo de la falta de gestión, de voluntad y, sobre todo, de compromiso. ¿Es realmente que no tienen cómo? ¿O es que simplemente no quieren? Porque los recursos existen, los mecanismos están, pero lo que a menudo falta es algo tan sencillo como la intención.

La política debería ser el arte de hacer posible lo imposible, de encontrar soluciones donde otros ven barreras. Ergo, hemos permitido de manera lamentable que se transforme en un escenario de justificaciones y evasivas. Y eso, en gran parte, es nuestra responsabilidad como ciudadanos. Al aceptar excusas como “no tengo cómo”, legitimamos, aceptamos y normalizamos la ineficiencia, normalizamos la falta de gestión y perpetuamos un ciclo vicioso de promesas rotas. No serán los primeros y tampoco los últimos, ahí sí tenemos la bola de cristal para predecirlo (sin ofender, amigos de la Gobernación del Cesar).

¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué toleramos estas respuestas? ¿Por qué aceptamos que nuestros representantes se laven las manos y continúen sus días como si nada? Tal vez hemos normalizado la mediocridad, tal vez hemos olvidado que el poder emana del pueblo y que su principal función es servirlo.

También es importante preguntarse, ¿cuántos de estos políticos realmente entienden el peso de sus cargos? ¿Son conscientes de que sus decisiones (o la falta de ellas) afectan vidas reales? Porque cuando dicen “no tengo cómo”, están diciendo que una comunidad seguirá sin agua potable, que un niño seguirá cruzando ríos peligrosos para ir a la escuela, o que una familia seguirá viviendo entre escombros tras una tragedia.

Pero, ¿y si cambiamos el libreto? ¿Y si la próxima vez que uno de estos políticos regrese a tocar nuestras puertas, con la sonrisa de siempre y la mano extendida, le respondemos con su propia frase? Cuando vengan a pedirnos el voto, miremos sus ojos y digamos: “No tengo cómo” o la frase predilecta que nos dan para “excusar” su inoperancia -Son muchas-. Porque, al final, si ellos no tienen cómo gestionar por nosotros, ¿por qué deberíamos tener cómo respaldarlos?

No es un acto de revancha, ese no es el mensaje que hoy en día te quiero transmitir, es un llamado a la reflexión. Los cargos públicos no son premios, son compromisos. Y si quienes los ocupan no están dispuestos a cumplirlos, es hora de que nosotros tampoco cumplamos sus expectativas electorales.

La próxima vez que escuchemos un “no tengo cómo”, recordemos que “sí tenemos cómo” exigir, cómo cuestionar y, sobre todo, cómo decidir. Porque el verdadero poder siempre ha estado en nuestras manos, aunque a veces lo olvidemos. Tenemos cómo informarnos, cómo organizarnos y cómo actuar. Y es allí donde radica nuestra fuerza: en la capacidad de no aceptar excusas y de exigir resultados concretos.

Porque al final del día, el problema no es que ellos no tengan cómo. Es que nosotros, como ciudadanos, a veces olvidamos que sí tenemos cómo cambiar las cosas.

Por Jesús Daza Castro

Categories: Opinión Política
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