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¡No temas!

“…No temas, cree solamente”. San Marcos 5,36

El miedo es algo que nos controla con mucho poder, forzándonos a hacer cosas irresponsables o impidiendo que vivamos a plenitud en forma responsable. En nuestro trasegar ministerial me sobrecoge darme cuenta de que la motivación principal en la vida de muchas personas es el miedo al fracaso. Le tememos al futuro, pero también a los recuerdos del pasado. Tememos a lo desconocido, a lo económico, a las relaciones, a los compromisos. Tememos a la gente, al rechazo, a la soledad, a quedarnos solos.  

Después de tantos años puedo afirmar con confianza que el miedo es la razón principal que las personas tienen para no socializar ni desear compartir su fe con otros.

Una famosa serie del séptimo arte contiene la historia de una cocinera en casa de un ducado noble y prominente de la antigua España, quien sufría de un trastorno psicológico llamado agorafobia o miedo a estar en espacios abiertos, a la intemperie. Muchos de nosotros sufrimos del mismo mal, somos agorafóbicos. Sentimos miedo de estar en público, expuestos, a la intemperie. Sentimos miedo al desengaño, a las personas, a asumir responsabilidades en cualquier área. Sentimos miedo de no ser capaces de llevar a cabo la tarea encomendada con éxito. El miedo a las circunstancias, al diablo e incluso a nosotros mismos, crece vertiginosamente y afecta a nuestra sociedad.

Algún estudioso bíblico sostenía que por lo menos 365 veces encontramos en la Biblia la orden de no temer. Como si para cada día del año Dios nos diera la orden de ser osados y valientes. De cara a la muerte de su hija pequeña, Jesús le dijo a Jairo, el principal de la sinagoga: “¡No temas!”. A sus discípulos, les dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino”. A las mujeres que fueron en la madrugada del domingo al sepulcro, Jesús les dijo: “No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán”.

En los preparativos de la conquista de la tierra prometida, en cuatro distintas ocasiones, Dios anima a Josué para que no tema. Que se esfuerce y sea valiente para liderar la campaña de conquista, vivir por principios, ejercitar su presencia y aplicar justicia. 

Queridos amigos, la vida de plenitud en el espíritu se caracteriza por la osadía. La iglesia de los primeros tiempos no oraba pidiendo prebendas divinas, sino que rogaba por valentía. Más que nunca, en estos tiempos estamos viviendo momentos muy difíciles, en donde al Reino de los cielos se hace fuerte y solo los valientes lo arrebatan. Dios no mira con favor a los cobardes e incrédulos. El Reino de Dios puede ser establecido solamente por personas valientes y fieles.

Mi invitación es a dejar el miedo y revestirnos de la fortaleza y valentía del Señor; para así poder hacer frente a las artimañas de los enemigos y las circunstancias adversas. Propongámonos ser fuertes y valientes en el nombre de Jesús y de cara al desafío de los tiempos, levantemos el rostro y alcemos triunfantes la cabeza, confiados en su promesa: “Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin de los tiempos. ¡No te dejaré ni te desampararé!”. Un fuerte abrazo y adelante con valor… 

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