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No queremos flores, queremos derechos

Porque no hay nada que celebrar por la muerte de mujeres trabajadoras a manos de patriarcas capitalistas. Porque no hay que contentarse con recibir flores, chocolates, peluches o cartas que expresen el amor romántico y dominante. Porque no hay que domesticarse y estar feliz, porque por lo menos un día en la historia, “ellos” nos celebran. Periódico anarquista La Boina.

Con este contexto podemos decir que el ocho de marzo no es un día de celebración, sino de conmemoración por la lucha de las trabajadoras textiles de 1908, cuando unas 15.000 mujeres salieron a las calles para exigir mejores condiciones laborales exigiendo dignidad, porque en ese momento las condiciones de vida y laborales eran miserables, jornadas de 12 horas, sin protección a la maternidad, sin seguridad en los lugares de trabajo, con salarios míseros y un trato humillante. Entonces es un día para hablar de la lucha por la emancipación. Adicional a lo anterior, el 25 de marzo de 1911, fue el terrible incendio provocado por la inhumanidad del dueño de la fábrica textil ‘Triangle Shirtwaist Company’ en Nueva York, donde se cerraban con llave las puertas para que las obreras no pudieran salir y así trabajaran las horas que les correspondían. En el incendio murieron 146 huelguistas de entre 14 y 31 años, unas quemadas, otras estrelladas contra el piso al tratar de esquivar el fuego lanzándose desde altura.

En 1910, en Copenhague, se celebró la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, donde se aprobó el establecimiento del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, propuesto por la alemana Clara Zetkin, quien era socialista, apoyada por Rosa Luxemburgo, ambas fundadoras de la Liga Espartaquista alemana. Mi invitación es a que no olvidemos cuál es el motivo que conmemoramos, no podemos olvidarnos de la organización y luchas anteriores y que no lo veamos como un acto de violencia contra las mujeres por el atentado que sufrieron las 146 trabajadoras, desconociendo el carácter patriarcal y capitalista del que fueron víctimas, sino que es una reivindicación de nuestros derechos civiles.
Hablando de la mujer trabajadora sea formal o informal, que con su labor han reportado muchas de las ganancias globales de las últimas décadas, se hace urgente y necesario empoderar a las mujeres, aportando educación y capacitación, para que gocen de nuevas oportunidades en un mundo laboral en transformación, ya que el mercado laboral está cambiando a gran velocidad.

También seguimos exigiendo que se promulguen y se utilicen leyes y reglamentos que protejan el principio de la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Vigilar por que las empresas pongan de su parte para acabar con la desigualdad salarial entre mujeres y hombres. Apenas 67 países han adoptado leyes contra la discriminación por motivos de género en las prácticas de contratación, mientras que por lo menos en 155 países, el empleo y la capacidad empresarial de las mujeres están sujetos a una o más restricciones legales por razón de género. Las leyes discriminatorias y la insuficiente protección jurídica agravan las desigualdades de género y privan de poder a las trabajadoras.

Lo que sí es claro es que las economías que benefician a las mujeres benefician a toda la sociedad. Entonces el futuro que imaginamos para los hombres y mujeres, depende de nuestra capacidad para aprovechar plenamente el poder y el potencial de las mujeres, garantizando que todas las mujeres puedan prosperar y participar, entre otras formas, con un trabajo decente y digno.

Feminista, activista por los derechos de las mujeres y las niñas.

Por Beatriz Ramírez David

 

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