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No perdamos la fe

Hay una frase escrita por  Khalil Gibran, poeta libanés, quien nos deja una gran enseñanza y reza textualmente: “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Hemos sido testigos de muchas situaciones críticas, hemos padecido los horrores de la guerra, hemos experimentado la infamia de aquellos que se nutren del mal ajeno y de la comercialización de una guerra innecesaria, injusta y de una crueldad nefasta. Hemos visto derramar sangre de gente inocente bajo la excusa de salvar la patria.

En Valledupar hemos estado nadando, por muchos años,  entre dos corrientes oscuras y crueles. Sin mencionar nombres ni dar apellidos de abolengo: la guerrilla y el paramilitarismo nos ha sometido de muchas formas. Sin embargo, y a pesar de… hemos salido adelante, eso parece. Hemos sido resilientes y la casta de seres humanos bondadosos se ha mantenido; duramente golpeada, pero se ha mantenido. No hemos renunciado a los sueños, a pesar de la inclemencia del tiempo, de los avatares de la corrupción que galopa sin control de ninguna clase. Damos un paso y retrocedemos dos, pero no hemos dejado de caminar. He querido tomar el espacio de esta columna para enviar un mensaje de esperanza, no perdamos la fe. Son muchos los abrazos que no nos hemos permitido, son muchas las palabras de cariño y afecto que no decimos.

El orgullo nos mata; sin embargo, siempre esperamos que sean otros los que cambien cuando perfectamente el primer paso debemos darlo nosotros, y eso sí que cuesta, soy testigo de ello en muchos aspectos de mi vida. Por eso, he pretendido hacer alusión a los buenos hechos que debemos mostrar siempre, sin olvidar esa premisa importante que nos dictó el filósofo francés Jean-Paul Sartre: “Mi libertad se termina dónde empieza la de los demás”. Es algo elemental, de respeto y de aplicación diaria en la vida. De eso se trata,  de darle valor a las pequeñas cosas, no esperemos tener una idea supra maravillosa, si hay algo elemental que tenemos a la mano y que nos puede servir mucho como ceder el paso al urgido, como darle la mano al caído, como apoyar al que necesita de nosotros, como ayudar al anciano y darle  cariño a los niños.

Respetar las normas, para algo se elaboran; sin pretender pasar por encima de los demás, porque la malicia indígena nos lo permite, ¡qué va!  Uno de los pensamientos más válidos y que me ayudan en esta reflexión que hoy les comparto es la del santo padre, el papa Francisco: “Quien  quiera ser grande, que sirva a los demás, NO que se sirva de los demás”.  Miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en  estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino los que se dan así mismo para servir a los demás. Es de valientes cambiar, sin pretender cambiar a los demás, por eso hoy más que nunca no perdamos la fe, no todo está perdido.

Les regalo un abrazo a todas las madres amigas de esta columna, ellas que me brindan su cariño se los retorno con el mismo afecto. Espero que el encierro no haya sido motivo para no tratarlas como lo que son; las reinas de la casa, no de la cocina.   Solo eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: