La conmemoración de los 160 años de la Constitución de Rionegro ha puesto el tema del federalismo al orden del día en amplios sectores de la ciudadanía colombiana. Se vuelve la mirada atrás para reconocer lo que fuimos y podemos volver a ser: un país federal. El modelo federalista al distribuir competencias políticas, administrativas y recursos en forma equitativa en todas las entidades territoriales de derecho público obtiene mayor democratización de la vida pública. Y a mayor democracia, mayor desarrollo y libertad republicana.
Las ventajas del federalismo saltan a la vista en la cultura occidental. Las naciones que han adoptado el modelo federalista se les facilita tener mayor desarrollo económico, social, tecnológico, científico, cultural y son sociedades con un esquema de libertades mayor espíritu democrático, respeto al derecho y se fortalece la ética pública y mayor nivel de vida y crecimiento. A mayor distribución democrática del poder político, se optimiza la distribución de las riquezas.
De las ventajas del federalismo no se requiere hacer profundos estudios, la prueba está a la vista, es suficiente mostrar a las repúblicas que han adoptado el modelo y lo han desarrollado, comenzando por los Estados Unidos que lo adoptó desde finales del siglo XVIII, tal y como Gustavo R. Velasco lo enseña en el prólogo de la obra ‘El Federalista’, en la que dice: “La Constitución que rige a los Estados Unidos de América desde marzo de 1789 no es únicamente la más antigua de las constituciones escritas y uno de los pocos documentos políticos que aún infunden respeto y conservan su eficacia y vitalidad en estos tiempos en (…)”. Este prólogo fue escrito en 1943.
Pero no son solamente los Estados Unidos, Canadá, Alemania, Brasil, Rusia, Argentina, México, Austria, Suiza, Australia y otros que prueban las ventajas del federalismo por su profundo grado de descentralización como lo son España e Italia, igual lo indican. Las ventajas del federalismo no se ponen en dudas. Lo que se pregunta es ¿Cómo lograrlo? Lo primero que hay que tener es claridad en el horizonte. No se le puede pedir al árbol de olmo que entregue como frutos peras, es imposible. El olmo podrá ofrecer sombra y medicinas, pero nunca peras.
En este sentido, a la Constitución Política de nuestra república no se le puede pedir que ofrezca federalismo como modelo. Se le puede pedir lo que ella puede entregar dentro del modelo de centralización política, instrumentos descentralizadores como los departamentos, distritos, territorios indígenas y regiones territoriales.
Pero nunca se puede ofrecer dentro del modelo de Carta Política centralista que reconozca a los departamentos como estados federales ni a las regiones como estados federales, es que al olmo no se le puede pedir peras. Las peras las ofrece el árbol del peral y con limones se puede hacer limonadas, no armas nucleares. ¿Qué hacer? Un proceso constitucional.
Un proceso constitucional es el camino y no está construido. No hay otro camino que construir el camino. Pero como en ‘Cantares’ el bello poema del gigante poeta español Don Antonio Machado, es: “Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar. Caminante”, nosotros los caminantes del proceso federal tenemos que construir el camino a construir el federalismo como un proceso de transformaciones constitucionales. Sin cambio constitucional no habrá Estado Federal.