Nada mejor que tener claro lo que quieres en la vida, saber cuáles son tus metas y objetivos; que cada mañana al despertar sientas la fuerza de tus proyectos animándote a levantarte y visionar. Nada mejor que estar convencido de lo que quieres, convicciones innegociables que te orienten como brújula hacia el puerto seguro, tus metas. La vida es esa, siempre con encrucijadas, nos encontramos ante situaciones en las que debemos tomar decisiones: seguir o parar, blanco o negro, sí o no; la izquierda o la derecha.
Para bien o para mal, en ese punto de la vida, justo ahí, no tenemos terceras opciones, nadie que decida por ti. Por eso la importancia de saber qué hacer y nunca doblegar ante la incertidumbre, luchar por lo que quieres. El presente nos devela los errores o aciertos del pasado, solo el presente nos puede decir si lo que hicimos ayer fue correcto o no. Cuando estamos en ese punto, que abre ante nosotros la posibilidad de decidir, nada mejor que estar en armonía con nuestro sentir, poner de acuerdo la razón con el corazón; esto puede sonar muy poético, sí. Pero es verdad. Además que no es nada fácil. Si lo fuese, el mundo sería color de rosas con aroma de mujer; que delicia.
Pero es justamente por eso, porque no es nada fácil, que nos complica la vida el tomar decisiones.
Unos considerando que la verdad absoluta es propia; otros dejando que unos más decidan solos, que los demás decidan por ti, sin importar el criterio que manejes, carácter de vida. La historia de nuestro país nos dice sin temor a equivocarme ni a herir susceptibilidades que unos pocos han decidido su suerte presente, que hemos sido muy irresponsables al dejar que nuestras convicciones sean humilladas, de allí que, por ejemplo, dejemos sacar del campo al campesino, y que los semáforos estén llenos de niños limpia vidrios, de malabaristas de tercera, vendedores de piratería; que la informalidad sea el pan nuestro de cada día, economía de angustia; e impuestos que cada vez nos asfixian más; sueldos de miseria y ricos cada día más ricos.
Cada cuatro años nos enfrentamos ante propuestas baladíes, de risa. Abrazos sin calor, promesas que nunca se cumplirán. Nos enfrentamos ante la posibilidad de elegir bien, pero dejamos esa posibilidad a otros, o simplemente permitimos que nuestras convicciones se maltraten; mientras tanto la historia se ríe, dejándonos un presente negro y un futuro triste e incierto que genera angustia y zozobra. Hagamos un alto en el camino, el caos parece inevitable, solo nosotros, nadie más, lo puede evitar; cada uno, con una herramienta importante para dar luz al presente y llenar de esperanzas y colores el futuro.
Decidir y decidir bien. No es fácil, tampoco imposible. Lo importante es empezar: No negocies tus convicciones, el punto de partida somos nosotros, cada uno. Sólo eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara