Empezaré siendo duro y franco: En Valledupar jugamos a dos caras, con hipocresía, cuando se trata del agua. En todas las canciones, en cualquier verso, poema o cuento, el río Guatapurí es la mayor fuente de inspiración, el dedo de Dios tocando el alma. Pero en la realidad es tratado con desprecio. En el valle que se ubica al lado de la sierra más alta del mundo, donde abunda el oro azul, estamos con el agua al cuello, pero tenemos sed.
“Como si fuera esmeralda derretida”, decía Aníbal Martínez Zuleta sobre el río que serpentea nuestro valle y ha sido musa de inspiración de todos nuestros juglares. Diez mil canciones hay sobre la fuerza de su creciente y sus aguas cristalinas. Hoy, sin embargo, el río anda enfermo, agónico por la contaminación.
¿Y por qué está enfermo? Primero, por el irrespeto y la desconsideración a la naturaleza: la acelerada deforestación, el vertimiento de residuos y químicos industriales en las aguas del río; por la minería ilegal, por la desbordante apropiación de agua para el agro y por la insensatez de residentes y turistas que arrojan sus basuras sin sonrojarse.
Y segundo, por la total inoperancia y menosprecio de las empresas públicas instituidas para administrar el agua: Corpocesar y Emdupar: la primera no evita la deforestación ni impide la voracidad de los finqueros para hurtarle agua al río Guatapurí; y la segunda, ‘gran administradora’ del agua potable, en medio de la permanente crisis que vive por la corrupción y politiquería, ha conseguido el ostentoso logro de que la gente NO tenga eficiente servicio de acueducto en un territorio cuya fortuna es la abundancia hídrica. Que si llueve, no hay agua, y si no llueve, tampoco. A un servicio mediocre, costoso, se le suma que día a día, a través de un sistema de alcantarillado y tratamiento de aguas residuales paupérrimo, se contamine más la cuenca de aquel amado río.
El alcantarillado y el tratamiento de aguas residuales ha estado tan lejos de lo esperado, que hace un poco más de dos meses, el Tribunal del Cesar emitió un fallo ordenando a la alcaldía y Emdupar tomar medidas ante la pérdida de la ronda hídrica. El vertimiento desmedido de residuos sobre las enigmáticas corrientes está haciendo un daño desmedido y progresivamente difícil de reparar.
Les pregunto: ¿ustedes han escuchado coplas sobre eso? Nada va a cambiar para bien, porque sí. Si no se realiza un cambio con fuertes medidas de protección y restauración, el río Guatapurí en unos años no será fuente de inspiración, sino de desolación.
El llamado a la acción nos implica a todos. Hay que tomarnos los problemas en materia ambiental con la mayor seriedad, porque no solo se trata del agua que baja por el grifo: el sector agroalimentario consume el 70% del agua y en Colombia el agua es una de las mayores fuentes de energía. Valledupar, nosotros que sabemos lo que son alimentos y recibos de luz impagables, tenemos que ser los más conscientes. El agua lo es todo.
A Emdupar hay que ponerla a rendir cuentas. Emdupar exige medidas extraordinarias. Si no se reestructura y asume su objeto social, de asegurar el líquido vital en vez de ser resguardo de favores políticos, será mejor facilitar su intervención por la Superintendencia de Servicios Públicos; inclusive, que se tercerice con una empresa de reconocida solvencia empresarial, siempre con decidida veeduría ciudadana para garantizar los intereses colectivos, blindándola de concesiones usureras. Porque “no sería justo morir de sed JUSTAMENTE en el agua, frente a los ojos que todo lo ven, pero nunca hacen nada”.
Dejemos de lado las mentiras. Dejemos de lado ese doble juego que mantenemos entre la poesía y la realidad. Comencemos a tratar a nuestro río Guatapurí como nos lo han enseñado nuestros juglares. Porque si nos quedamos en la inacción, les aseguro, un día la realidad nos despertara de golpe y ahí sí, como dijo el gran Marciano Martínez, “Te darás cuenta cuando te sientas morir cerca del agua y no la puedas tomar”.
Por Camilo Quiroz