Cuando hay un evento doloroso o alegre se pone de manifiesto el maltrato al idioma. Para qué corregir si todo el mundo habla como quiere e ignora que hay normas, juiciosamente estudiadas por las academias de la lengua, o no las conocen o se guían por los que hablan en los medios.
En la semana que termina Colombia, por unas horas, se olvidó de todo lo que ocurría en el mundo, de sus problemas, todo por un bigote, el de Serpa. Lo entrevistaron, dieron primicias sobre Serpa sin bigotes, entrevistas a su esposa: “Y cómo le saben los besos de su esposo ahora sin bigotes?” Contesta: “Muy dulces”; en fin, una serie de banalidades alrededor de la rasurada del conocido político, pero lo que movió a risa fue el afán de un periodista cuando transmitía: “Tenemos el momento en que el doctor Serpa pierde su ‘mustacho’. Lo dijo varias veces y no hubo quien le corrigiera: que es mostacho.
En el doloroso caso de París, un reportero, en medio de una montaña de flores, velas y escritos, describía la situación después de los actos terroristas, y dijo: París está ‘paniquiado…’ Que se sepa pánico no es verbo, se vería muy feo: Yo me ‘paniqueo’, tú te ‘paniqueas…’ Antes decían ‘sicociado’.
Lo peor de todo es que han destrozado el verbo haber; se escuchó y se seguirá escuchando expresiones como: ‘habemos muchos que…’ (Esto recuerda el anuncio de un nuevo Papa); ha tomado fuerza el usos de habrán o habían y hasta hubieron, utilizados incorrectamente, no cuando sencillamente les sigue un participio, para no entrar en más detalles.
Ya el dequismo es inatajable: Se oyó mucho: así es ‘de que las autoridades…’ Pero no solo en las transmisiones en las noticias diarias.
El dequeísmo se instaló con fuerza hasta en los libros: acabo de leer La chica del tren, un interesante ‘thriller’ que atrapa desde el principio, pero la traductora que es una española, lo llenó con ‘de que’ que por momentos chocaban con el buen relato, lo dañó porque le quitó el ritmo de suerte que cada vez que se encuentra la fea expresión es como si nos sobresaltara. Varias veces utilizó la locución muy española: ‘va a por ella’. Recordé a Gabriel García Márquez cuando uno de sus primeros libros fue corregido en una editorial española y le presentaron el borrador, dijo: “Ese no es el libro que escribí”.
Ya para qué se corrige sino no hay nada qué hacer, esto es una tromba de términos mal usados, términos inventados, términos disonantes, términos que mueven a risa, términos todos que dentro de pocos veremos aceptado por una sociedad indiferente ante la mirada tranquila de los académicos; bueno, ellos nada pueden hacer fuera de pronunciarse sobre el buen uso del idioma, pero nadie les hace caso.
Ahora la juventud ha impuesto: que no se debe decir escuchar sino oír, escuchar es ‘corroncho’ y también lo es cabello, debe decir pelo, y mucho más. ¿Qué hacemos? Yo opté por divertirme cazando gazapos.