Una vez más se pronunció la secuestrada democracia en el departamento del Cesar. Como en cada elección de los últimos tiempos, los ríos de dinero ahogaron la sed de representación que parroquialmente se predica durante la ejecución de un mandato sordo a las necesidades colectivas. Infortunadamente la inmadurez política atiza la crisis de valores y ese anhelo no pasa de ser un simple amago, al momento de recibir un buen bocado por hipotecar el libre derecho a elegir que tenemos como ciudadanos.
Ya ni se inmuta la poderosa dirigencia por el cacareado descontento general. Saben que al final, por carencias del elector e idiosincrasia del culto a lo ilegal, en una corta campaña más económica que política limitan el debate a una abultada suma de dinero, capaz de torcer la mayoritaria voluntad popular o de comprar, al decir de muchos, los famosos paquetes de votos fantasmas que en estas épocas ofertan corruptos funcionarios de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Si el candidato despierta fervor, entonces la plata debe alcanzar para combinar las estrategias. ¡Qué tristeza!
En esta campaña hubo de todo. Rifa de casas, denuncias penales entre excamaradas, constreñimiento y despido de empleados, financiación oficial de caravanas y fiestas con candidato a bordo, regreso de nóminas paralelas en los institutos descentralizados, pago de votos con billetes falsos, empadronamiento familiar de empleados en puestos de votación, edificios públicos convertidos en comandos políticos y todo tipo de ‘micos’ en esta selva de irregularidades que por fin algunos excandidatos se atrevieron a denunciar.
Por fin parece que la Fiscalía General de la República y la Procuraduría General de la Nación miraron hacia acá y en su momento determinarán, ojalá sin los insólitos intríngulis de siempre, si encontraron alguna inconsistencia en la originalidad de los tarjetones o en el diligenciamiento de los formatos que constituyeron la base electoral de los seis congresistas electos en el departamento del Cesar.
En todo caso, sea cual fuere el resultado de esas investigaciones, el elector primario cesarense exige ver a sus líderes opinando sobre los grandes temas nacionales, basta de congresistas fantasmas que solo aparecen a recoger los votos, cual borregos destetos, en época electoral; los que seguimos confiando en la idoneidad del pueblo para elegir, necesitamos una prolífica gestión congresional de acuerdo con las grandes votaciones que sacaron, para no tener que transfigurar el cuasi aforismo que popularizó Silvestre Dangond, diciendo todos hoy, ‘No es el corazón, es la plata’. Un Abrazo.
@antoniomariaA